Hablemos de Arte…su concepto y simbolismo.
No nos queda tan lejano aquel 15 de abril en que se institucionalizó el día internacional del Arte, fecha elegida para conmemorar el nacimiento del gran da VINCI (15 de abril de 1452), considerado uno de los artistas más destacados de la historia, simbolizando así la importancia y el impacto universal del arte.
Es una celebración para promover el desarrollo, la difusión y la promoción del mismo. Este nutre la creatividad, la innovación y la diversidad cultural de todos los pueblos del mundo, desempeñando un rol importante en el intercambio de conocimientos y en el fomento del interés y el diálogo. Estas son cualidades que el arte siempre ha tenido y tendrá, si continuamos apoyando entornos donde se promuevan y protejan los artistas y la libertad artística. De esta manera, al fomentar el desarrollo del mismo también se fomentan los medios a través de los cuales poder lograr un mundo libre y pacífico.
Cada año, el 15 de abril, las celebraciones del Día Mundial del Arte contribuyen a reforzar los vínculos entre las creaciones artísticas y la sociedad, a fomentar una mayor conciencia de la diversidad de las expresiones artísticas y a poner de relieve la contribución de los artistas al desarrollo sostenible. Asimismo, esta fecha es la oportunidad de destacar la educación artística en las escuelas, ya que la cultura es el camino hacia una educación inclusiva y equitativa.
El Arte es el reflejo de la cultura humana, por eso sirve para conservar el patrimonio cultural de un pueblo y transmitirlo de generación en generación. Además, es subjetivo, se expresa en un lenguaje universal y comprensible para cualquier ser humano, ya que apela a nuestros sentidos, emociones y facultad de pensar. Es una herramienta para poder expresar de forma libre y creativa las emociones. Permite conectarnos con nuestro interior y así sentir, escuchar y conocer nuestros sentimientos.
Tenemos el Arte hecho imagen venerable procesionando por nuestras calles, rostros henchidos de dolor unos, de gloria otros, venerables todos, sus miradas llenan de misterio nuestro espíritu haciendo afloren sentimientos que, en circunstancias diversas pasarían desapercibidos, ahí tenemos el alma del escultor, de ese artista que en el silencio del taller se enfrentó en su día al tronco inerte de madera o al bloque de piedra, o mármol, supo esculpir, mejor dicho, arrancarle el alma que esta lleva dentro, darle ese hálito, esa expresión tal, que, entre la imagen escultórica y el espectador consigue se establezca un diálogo que a nadie deja indiferente.
Aquí nos encontramos con el artista, el creador dando vida a algo aparentemente sin ella.
Desde los albores de la humanidad, el hombre no dejó de mostrar la belleza que le rodea, sea a través de sonidos (creando así la música), o con imágenes, de ahí el dibujo y seguidamente la pintura, la escultura…A través de los tiempos poco ha cambiado el método.
La obra de Arte requiere un tiempo para su ejecución. El artista trabaja en soledad y, esta soledad creadora da sus frutos. Esto toma años, exige la vida, es aprendizaje continuo, es atemporal, sobrevive al tiempo.
Hagamos una pausa; olvidémonos de los distintos movimientos artísticos y observemos al pintor, o al escultor en su taller, uno, con la serenidad del maestro trabajando sus telas, manejando pinceles, mezclando colores, logrando texturas, hora tras hora transformando todo ello en una obra pictórica por la que no pasarán ni los días ni los años, al escultor le pasa lo mismo, éste se enfrenta al bloque de frio mármol o piedra, que al profano nada dice, pero él lo estudia, lo toca, acaricia, le habla, conoce sus vetas… lo mismo hace con la madera u otro material con el que va a esculpir, si el primero maneja sus pinceles y espátulas éste, con sus gubias, cinceles, sierras etc. hace surja de algo impreciso, esa imagen que, unas veces conmueve y otras enternece, insufló su aliento haciendo vibrar, aflorar sentimientos…emociona a quien la contempla, cualquier objeto que salga de sus manos sin el alma de su creador impregnándolo todo, es frío y nada dice. Tiene este, que ser capaz de entablar entre ella y su contemplador un diálogo vivido en la intimidad que da la contemplación de una obra de Arte.
Tanto la escultura como la pintura, tiene que hacer vibrar, aflorar sentimientos…emocionar a quien la contempla. Un bodegón, un paisaje, un retrato o una escultura, sin el alma de su creador impregnándolo todo, es fría y nada dice, debe ser capaz de entablar entre ella y su contemplador un diálogo íntimo, diría casi místico.
Desde FEDELLANDO mil felicitaciones a los amantes del Arte.