Hace casi 20 años, el ingeniero coruñés Eduardo Toba Blanco, ex Jefe de la Delegación de Costas y querido ex compañero en la Real Orden de Caballeros de María Pita (primero a la derecha, en la segunda fila de la primera fotografía que ilustra este artículo), escribió el “Soliloquio” que reproduzco a continuación:
“Él se hallaba en una gran ciudad. Paseaba temprano y los primeros rayos solares permitían ver los primeros rostros de la gente. El frío invernal que descendía desde la sierra golpeaba las todavía adormecidas mejillas. Todos para él eran desconocidos. Como autómatas se dirigían hacia su particular destino: su puesto de trabajo.
“Atrás quedaban imágenes preciosas, las que guardaba en su memoria de sus seres más queridos, envueltos en el cielo anaranjado, del nacimiento del Sol. Hasta bien entrada la noche, no volvería a verles. Sólo unas pocas horas antes de echarse a dormir, y después volvería a perderles sin poder compartir con ellos la luz del día, salvo aquellos breves instantes en que los protagonistas eran aquellos primeros rayos misteriosos que después del Alba blanquecina, tiñen el cielo de naranja.
“Sin embargo él se consideraba dichoso, pues tenía un hogar, modesto sí, pero confortable, y lo que era más importante, seres a los que amar.
“Mientras caminaba, no dejaba de escudriñar en las miradas ausentes de los transeúntes, e incluso no podía dejar de curiosear en alguna conversación. Sabía que no estaba bien, que debía respetar el derecho a la intimidad. Que no era cierto eso de que todos formábamos un gran cuerpo social, algo así como un ser superior, en el que todos los órganos estaban inter- relacionados, y nosotros ciudadanos, no éramos más que simples células de los mismos. Y que por ello deberíamos de conocer absolutamente todo sobre los demás.
“Él no era un voyeur, al menos no se consideraba perturbado hasta ese nivel, pero necesitaba comparar su situación existencial con las de los seres anónimos con los que se tropezaba.
“De pronto, cruzó su andar con el de una mujer de edad avanzada. Sintió como un pequeño golpe en su corazón, como un fogonazo que hizo turbar su paz mañanera. Ella hablaba aparentemente sola, pero no era así pues utilizaba un teléfono móvil en la opción manos-libres. Inicialmente la creyó loca, pero al ver el artefacto y la expresión triste de su rostro, presintió que algo grave le estaba sucediendo a la señora.
“Quiso ayudarla, en silencio, pero enseguida comprendió que era portadora de una enfermedad incurable, el desamor. Solamente pudo retener estas palabras: “Alberto, no insistas, te ruego que por favor…, por favor …, por lo que más tú quieras…, que no me llames más … que no me llames más…”.
“Él se quedó estremecido al escuchar la frase entrecortada y dolorida de la mujer. Sabía que el mismo se consideraba inmensamente feliz, pero su corazón se vio de repente inundado por un manantial de tristeza, que manaba abundante, a causa de aquel desamor desconocido” (Eduardo Toba Blanco. Madrid, 30 de enero 2001).
Patrocinada por el Ayuntamiento de La Coruña, el pasado día 15 se inauguró, en la Fundación Luis Seoane, en pleno corazón de la Ciudad Vieja coruñesa, la “Mostra de Artes Plásticas ARGA 2020”, organizada por la Asociación de Artistas Plásticos de Galicia, de la que podremos disfrutar hasta el día 23 de este mes.
En esta nueva “Mostra” participan nada menos que 28 artistas, que son los siguientes: Paco Ascón, Joam Berride, Charo Blanco, Carlota Blanco, Pedro Bueno, Sofía Cabrera, Manuela Castro, Emilio Celeiro, Nito Dávila, Demoreiras, Pepa Domingo, Pilar Fandiño, Teresa Faginas, Javier Garaizábal, Manuel Gandullo, Maica Gómez, Rosa Guisán, Ibarra, Ángeles Jorreto, Francis Marrouch, Mercedes Molares, Luis Mourenza, Marta Pardo de Vera, Giovanni Ramírez, Cristina Sánchez, Isabell Seidel, Cristina Seisdedos y Laureano Vidal.
Complementariamente, de 11 a 14 horas y de 18 a 20 horas, se desarrollan diversos Obradoiros. El domingo hubo uno de encuadernación, a cargo de Rosa Suárez. El lunes, el de serigrafía Do Paraná. Ayer miércoles, uno de grabado, con Alejandro Lorenzana. Y el sábado, el Obradoiro de Libro de Artista. Tal cual, se lo cuento.
Hace unos días ardió por completo la bella Casa Carnicero, un edificio modernista que estaba catalogado y protegido, que se encuentra al final del Puente de Pasaje en dirección Madrid y del que solamente quedaron las paredes exteriores. En la segunda fotografía que ilustra esta información, perteneciente a la colección del Grupo Perillo 15172, al que me honro pertenecer, se ve perfectamente la casa, cuando el mencionado Puente aún tenía el suelo de tierra y piedras, y solamente había la Iglesia de la Virgen de la Cabeza y unas cuantas casas en lo alto del monte.
Desde su muy querido Ferrol, nuevo mensaje de la destacada pintora Manuela Castro: “Amigo Roberto: Me alegro muchísimo de todas tus buenas noticias en los periódicos digitales. Muchas gracias a Pilar Gómez, algún día lo pasaremos juntas. Me alegra muchísimo, hoy en tu «Nueva Normalidad», leer y mencionar a buenas amigas y magníficas pintoras. Un fuerte abrazo ??? Muchísimas gracias Roberto por tus atenciones. ???”.
Finalizo por hoy. Prometo seguir publicando más crónicas de esta “Nueva Normalidad”. ¡¡¡Mientras el cuerpo aguante!!!. (Fotos: Lajos Spiegel y Rafa Magán).