Moskowich: Guayaquil (Ecuador), 10 de noviembre del 2018
De Cuenca a Guayaquil, con visitas al Parque Nacional El Cajas (La Toreadora y Tres Cruces) y Puerto Inca
Por Roberto L Moskowich
Después de enviar la información a las 4 de la mañana (las 10 en España), me levanté a las 6, con el fin de ordenar y recoger mis cosas, asearme y desayunar, antes de emprender el largo viaje por carretera a Guayaquil.
A las 8 en punto dejé el Hotel Carvallo, muy céntrico y acogedor, con verdadero encanto, en el que abundan las maderas nobles. Tiene dos patios interiores cubiertos, como si fuesen claustros, en los que había unas muestras de pintura muy interesantes. Según me comentó la recepcionista, fue una casona de ricachones, y antes de convertirlo en hotel alojó un importante centro de salud privado.
Por delante del Hotel pasa la vía del tranvía. No precisa de tendido electrico, pues va por el suelo. Está ya completada la instalación, e incluso funcionó en pruebas. Se trata de un tranvía moderno, con todos los adelantos.
Con puntualidad cronometrica, apareció mi guía, Javier Santafé, para iniciar el viaje . El tiempo era soleado y había 14 grados. La previsión para Guayaquil era de 24 a 27 grados.
Salimos por la calle Gran Colombia y seguimos por la Avenida Huayna Capac y Avenida de España hasta llegar a la fábrica de sombreros de paja toquilla, los famosos Panamá, fundada por Homero Ortega Peñafiel, que nació en ese lugar el 16 de julio de 1916. Estos sombreros tienen raices ancestrales, ya que cuando llegaron los españoles vieron que los indios llevaban unos sombreros semejantes a «alas de vampiro». En 1630 Francisco Delgado los convirtió en tocas o toquillas, y en 1796 Carlos V promovió la creación de gremios artesanales. La actual es la quinta generación familiar del fundador.
Dejando a un lado el aspecto meramente comercial, la visita resultó muy amena e informativa, al comprobar «in situ» todo el proceso de fabricación. Una gran galería fotografica nos recuerda que por allí pasaron personajes de la talla de Vargas Llosa, el Príncipe Carlos de Inglaterra, etc.
Seguimos por la calle Héroes de Verdeloma, donde hay un gran cuartel del Ejército, y dejando a la izquierda la ciudad doblamos hacia la derecha por la Avenida Ordóñez Lasso y pusimos rumbo a las montañas, pasando de 2.500 m a más de 4.000 m de altura.
Atravesamos Sayausí, Barrio Gulag, Barrio Seguro, Marianza…. encajonados entre altas montañas, bordeando un pequeño río, a 19 kilómetros del Parque Nacional El Cajas. Había grupos de vacas y cultivos en ladera, y un letrero al borde de la ruta nos recordaba «Agua que fluye es vida «.
Seguimos circulando por la Cordillera Occidental de los Andes, de muy altas montañas verdes y con cultivos hasta media ladera. Continuamos subiendo por una carretera nueva, de muchas curvas, con buen firme y bien señalizada. El chófer, Mario Araque, demostró una vez su gran dominio del volante. El tiempo era muy bueno, y había una excelente visibilidad.
Entramos en el Parque Nacional El Cajas, llamado así porque las enormes montañas forman como cajas, y entre ellas hay varias lagunas de origen glaciar. Grandes bloques graníticos a un lado y otro de la carretera.
Nos detuvimos a 3.850 m de altura, donde está la Laguna La Toreadora, y ascendí hasta el Mirador para gozar de unas vistas estupendas. Todo está muy cuidado, y aproveché para tomar un reparador café.
Continuamos camino, ascendiendo hasta el Mirador Tres Cruces, que está a 4.166 m de altura, cuyas montañas dividen las aguas hacia el Pacífico o hacia el Atlántico. En lo alto hay tres cruces de cerámica, y hay grupos libres de llamas, alpacas y guarizos, surgidos del cruce de los dos camélidos anteriores.
A partir de aquí comenzó la fuerte y larga bajada que nos llevaría a Guayaquil. Cada dos por tres, letreros que ponían: Reduzca la velocidad ahora. Curva peligrosa «.
El Parque Nacional El Cajss es un auténtico páramo, que como dije cuenta con unas llamativas lagunas que fueron originadas por los glaciares. La vegetación es muy abundante y llamativa.
Ya en ruta hacia mi destino final, Guayaquil, encontramos frecuentes avisos de «Precaución. Zona de derrumbes», lo que me hizo recordar mi viaje Nepal y Tíbet.
Al pasar el Puente sobre el Río Chorro, entramos en la larga zona de las «nubes perpetuas», en Molleturo dejamos a la derecha una Iglesia pequeñísima y al llegar al «Mestizo Restaurante» realizamos una parada de la meada. Por cierto, allí cerca se han encontrado interesantes restos arqueológicos.
A medida que bajamos la vegetación es más alta, y otro tanto sucede con las personas.
Pasando el puente sobre el Río Sadacray, el guía me invitó a probar un chocolate negro muy curioso, ya que era picante. Según me explicó Javier se debe a que mezclan el chocolate con ají.
Entramos de lleno en la gigantesca nube que cubre el largo valle, producto de la continua y fuerte evaporación. Algo parecido ocurre en Puerto de la Cruz (Islas Canarias) con la famosa «Panza de burro» que con frecuencia oculta el Volcán Teide. En varios tramos de la bajada apenas se veía más allá de un par de metros….
Al pasar por El Mirador el Paraíso las nubes eran aún más espesas, y un gran letrero nos recomendaba: «No provoquemos erosiones al suelo. Sembremos». Poco después muchas montañas quemadas, debido a un fuerte incendio hace un mes solamente, provocado por las quemas incontroladas de los vecinos. Y otros letreros indicaban «Peligro, falla geológica».
Tras pasar el puente sobre el Rio Tamarindo, con niebla espesa y llovizna, cruzamos por una zona rica en papayas, naranjas, cacao, plátanos, mangos y palmas.
Después de pasar un filtro policial en Tamarindo, llegamos al fin al llano. Numerosos frutales, aguas termales, vacas de color casi blanca, caballos, e incluso termiteros.
Transcurrimos por grandes rectas, con extensas plantaciones a ambos lados de la carretera y un pequeño cementerio a la derecha, y entramos en la Provincia de Gayas.
En Puerto Inca había muchos puestos de fruta al borde de la carretera, antes de llegar al peaje Naranjal, en un lugar en que estaban ampliando la autovía de 2 a 4 carriles. Luego rebasariamos el Río Cañar, en la Diócesis de San Jacinto.
Paramos a comer en Puerto Inca, en el restaurante del mismo nombre, y cómo era viernes comí unos sabroso espaguetis boloñesa, en recuerdo y memoria de mi buen amigo Germán Pereiro.
Tras la comida, salimos para Guayaquil, y lo primero que nos topamos fue un gran letrero que ponía » Conduce con precaución. Tu familia te espera».
Circulamos por una carretera de buen firme y grandes rectas. A la derecha, grandes plantaciones de caña de azúcar, y a la izquierda otras enormes extensiones de arroz, el borde del Río Churute.
Pasamos San Jacinto de Guayachi y por la E 40 seguimos a Guayaquil. Rebasando el Estero Majahuevo probé la guaba, una especia de vaina larga verde, de un metro o más, cuyo fruto blanco rodea unas grandes semillas negras de forma alargada. Guardé las pepitas, para plantarlas en mi terraza.
Entramos en el Cantón Durán, pasando el peaje de la Estación Boliche, enfilando la autopista que entra en Guayaquil, ciudad muy dinámica que tiene 3.500.000 habitantes. Atravesamos el largo puente sobre el ancho y caudaloso Río Guayas, en cuya ribera derecha están las viviendas de los pobres, mientras en la orilla de enfrente viven los millonarios. ¡País!.
Al salir del puente nos recibe una gran escultura de los indios Guayas y Quil, que dan nombre a la ciudad. Dejamos atrás el Aeropuerto y la Base Aerea Simón Bolívar, y en un punto alto divisamos una gran imagen de Santa Ana.
En la Avenida Boyacá hay un gigantesco mono peregrino, recuerdo de los que en su día habían regalado al emperador Carlos V, y por el túnel entramos al centro de Guayaquil. La ciudad está dividida en Avenidas y Calles, aunque también lleven añadido un nombre.
Cuando llegué al Hotel Palace, un 4 estrellas muy bueno y muy céntrico, estaba mazado como un pulpo. Y como remate de esta crónica les comento mi visita a la Catedral y al Parque Simón Bolívar, con sus iguanas de más de u metro…..
Mañana se lo contaré con más detalle. ¡Saludos y salud!. (Fotos: Lajos Spiegel)