La Paz (Bolivia), 26 de octubre del 2018
Con el fin de enviar en buena hora la información, me levanté a las 4 de la mañana. Volví a la cama hasta las 7, y a las 8.30 me recogieron el guía y el chófer para trasladarnos al Aeropuerto Internacional de Uyuni, que luce un gran letrero en el que se lee «La joya andina » y está sólo a 1 km y medio de Uyuni. Es muy pequeño y el aparcamiento es de tierra.
Por cierto, en esa terminal me sucedió algo insólito. Además de pesar la maleta que va en la bodega del avión también tuve que pesar la bolsa de mano. Pero no terminó ahí el ceremonial del pesaje, ya que también yo tuve que subirme a la báscula, como los restantes pasajeros. Es la primera vez, en mis muchos años como Viajero sin Fronteras, en el que me pesan antes de embarcar. ¡Cousas veredes….!. Además, hay que pagar 11 bolivianos como impuesto de salida, pese a que el vuelo era entre dos ciudades de Bolivia.
El embarque lo hicimos a pie, desde la terminal al avión. Volamos en un «Boeing 737-300, de la compañía «BOA» (Boliviana de Aviación), con bastantes plazas vacías. La salida fue puntual, y justo al salir sobrevolamos el impresionante e inmenso Salar de Uyuni, con un sol entremezclado con las nubes.
Volé hasta La Paz con los españoles Luís Valenzuela y Santiago Sánchez, tras despedirnos del guía y el chófer. Durante el placentero vuelo, que duró una hora, nos dieron unas galletitas saladas y un refresco.
Atravesamos un largo altiplano bastante árido, y a medida que avanzábamos hacia La Paz aumentaba la nubosidad. Cerca ya de nuestro destino, vi cultivos en minifundio, un aumento de las nubes cada vez más bajas y lluvia ligera.
Llegamos al aeropuerto, sito en El Alto, con 10 minutos de adelanto sobre el horario previsto, y los trámites de recogida de equipajes y .pase de control fueron muy rápidos. Allí nos esperaban el guía, Javier Torroz, y el chófer, Cristian Moumani.
El Alto es una ciudad nueva, a 4.000 n de altura, que inició su despegue a partir de los años 80. Tiene un millón de habitantes, los mismos que La Paz, y cuenta ademas con una gran colonia de peruanos.
La entrada en La Paz la hicimos en uno de los 8 modernos funiculares austríacos de diferentes colores , instalados hace unos 4 años y donados por el Presidente Nicolás Maduro a la población. Se hizo por auténtica necesidad, para rebajar la saturada y caótica circulación de ambas ciudades, y la explotación corre a cargo del Estado.
El viaje dura 20 minutos.Es un paseo delicioso, y una soberbia forma de ver la ciudad desde el aire. En Irpawi, cambiamos del teleférico amarillo al verde, e iniciamos el paso de otra montaña. En Operador, volvimos a cambiar de unidad, y pasamos sobre la zona más rica de La Paz. Rematamos el viaje en la Estación de Irpavi, donde cobran 1 Boliviano por ir al baño.
En el teleférico se baja de los 4.000 m de altura de El Alto a los 3.600 de La Paz, ciudad encajonada que tiene una orografía muy complicada, y está festoneada por altas montañas. A reseñar que La Paz registra 6 grados de temperatura más que El Alto. Fundada el 20 de octubre de 1.548, cuenta con un magnífico barrio antiguo o colonial y numerosos rascacielos.
Antes de visitar La Paz a ras de suelo, nos desplazamos hasta el espectacular Valle de la Luna, que está muy cerca de la ciudad y es un gran atractivo turístico. De alguna manera, me recordó Capadocia (Turquía) y en toda Bolivia no hay nada igual.
De camino al Valle de la Luna, vimos la Iglesia católica más pequeña de La Paz, entramos en una zona de montañas muy erosionadas y enfrente otras de llamativo color rojo.
El Valle de la Luna fue descubierto en 1825, y su formación data de 36.000 años atrás. El recorrido, de una hora sin parar, nos permitió ver curiosas formaciones de chimeneas de hadas, picos rocosos erosionados y paisajes «lunares» bautizados como «El buen abuelo «, «El montículo de la tortuga «, «La ventana del Sur «, «Madre Luna», «El mirador del diablo «, «Sombrero de la dama » y la escultura «El espíritu de los Andes». El recorrido, que completé con éxito, es fatigoso porque está lleno de subidas y bajadas. Incluso el joven guia, acostumbrado a las alturas de Bolivia, se paró en varias ocasiones para tomar aire.
En una montaña frente a nosotras vimos un Cristo Redentor, y a nuestra izquierda la montaña llamada «El diente del diablo «, en la que practican escalada.
Finalizado tan interesante recorrido, nos dirigimos al centro para almorzar. Lo hicimos en el barrio de El cebollar, en el restaurante «Banais», que se encuentra en la Calle Sagárnaga al lado de la Iglesia de San Francisco.
Finalizada la comida típica, recorrimos el casco histórico comenzando por la monumental Iglesia de San Francisco, de barroco mestizo que incluso tiene la Pacha Mama en su fachada, con el fin de atraer a los indígenas. Está construida al lado del rio, hoy canalizado, y que era la frontera natural entre los barrios indígenas y españoles.
Subiendo y bajando cuestas y más cuestas, soportando una pertinaz y molesta lluvia, visitamos el Mercado de las Brujas, con sus amuletos, mesa andina, fetos de llamas disecados (almas perdidas en la concepción andina), pócimas diversas, etc, donde compré un buho-amuleto para mí gran colección.
Recorrimos luego el atiborrado Mercado Central, la peatonal y activa calle Comercio, hasta llegar a la Plaza Murillo, coronada por una gran estatua sobre elevado pedestal de este líder de la revolución. Allí se encuentran la Catedral; el Congreso (con la bandera indígena del Presidente Morales y un curioso reloj con los números al revés como los indígenas; etc.
Por la emblemática Calle El Prado y otras adyacentes, nos dirigimos al Hotel Ritz. Y ya en la comodidad de mi Suite 207, les mantengo al día sobre el estupendo e interesante viaje que estoy haciendo.
¡Saludos y salud!. (Fotos: Lajos Spiegel)