Por Roberto L. Moskowich
Por contener algo de aventura, comenzaré mi crónica de hoy por el final de la jornada, que es la quinta de mi interesante periplo por América Central.
La llegada a Livingston (Guatemala) se produjo con casi dos horas de retraso, lo que supuso para mí un serio hándicap. No solamente por haber pasado sin comer (subsistí con algo que ingerí e una gasolinera) sino principalmente por el retraso en escribir y enviar este reportaje viajero.
La fuerte y casi continua lluvia fue un serio inconveniente tanto a la hora de realizar las visitas programadas como al circular por unas carreteras de capacidad muy limitada y con tramos en muy mal estado. Menos mal que Ciro conduce muy bien y domina todos los recovecos del recorrido.
El mayor problema se nos presentó a 8 kilómetros de Puerto Barrios. Un accidente, que movilizó gran número de policías e incluso una ambulancia, originó un monumental atasco, con el problema añadido de que el conflicto circulatorio participaron gran número de grandes contenedores y camiones. Y la fuente lluvia complicó aún más el asunto. Estuvimos prácticamente parados más de hora y medía….
Y la travesía del Mar Caribe fue una cosa inolvidable, ya que el viaje entre el muelle de Puerto Barrios y Livingston lo realicé en una embarcación-patera llamada «Maricarmen», con capacidad para 15 personas, impulsada por un motor fueraborda. Como era descubierta y había fuerte oleaje, tuvimos que taparnos con una especie de grandes bolsas de basura de plástico negro. Y para colmo, de la travesía estuvimos a punto de quedar al pairo ya que un problema con el gasoil (que iba en un bidón de plástico sin protección alguna) hizo que se parase el motor…. Reanudado el viaje, arrbamos sin novedad embarcadero privado del Hotel, que por cierto es el mejor de Livingston.
Y. reanudó el relato volviendo al principio de la intensa y movida jornada, que inicié a las 6 de la mañana. Tras asearme, desayunar y hacer el equipaje sali a dar una vuelta por el bello y cuidado pueblo turístico de Copán Ruinas (Honduras). Paseé por sus estrechas, empedradas y empinadas calles, con sus coloridas y bajas casas, la Plaza principal, la Iglesia católica, sus llamativos hoteles y sobre todo el Museo Regional Maya, que contiene piezas únicas de esa gran civilización. En su casco urbano viven solamente 2.500 personas, cifra que se incrementa notablemente con los miles de turistas.
A continuación partimos rumbo a Guatemala, efectuando el recorrido inverso hasta la frontera de El Florido. Pasamos sin tejer que mostrar el pasaporte, entregando el guía un pequeño papel sellado que le había dado cuando entramos al país.
Aunque Copán (Honduras! dista de Quiriguá (Guatemala) 43 kilómetros a través de las montañas, por carretera son 183, ya que el recorrido forma una especie de gran herradura.
La ruta nos llevó a través de lugares y pueblos muy interesantes como Chiquimula, ciudad muy rica, de 45.000 habitantes, base de narcos: los narco-meloneros, narco-tomateros y narco-tabaqueros; y Sacapa (Tierra caliente), de mujeres pequeñas y bragadas que dominan a sus maridos.
Pasamos sobre el caudaloso Río Montaña, que en Honduras recibe el nombre de Copán. Nace en Honduras y, tras recorrer 1.600 kilómetros, desemboca por Omoa (Honduras). Y otros numerosos ríos y puentes: Piedras de afilar, Jones, Santiago, Los cedros, Los achotes, Arenal, El lobo, Matasanos, etc.
Tras una breve parada en Los Amates, llegamos a la Aldea de Quiriguá, que está en medio de una enorme plantación de plátanos (el «oro verde» de Guatemala), de 43 kilómetros de largo por 4 kilómetros de ancho, y fuimos directamente a visitar el famoso sitio arqueológico de Quiriguá.
Quiriguá, ciudad Maya hermana de Copán, es Patrimonio de la Humanidad desde 1981 y cuenta con las esculturas más refinadas de la cultura Maya. Además son muy grandes, rebasando los 10 metros de altura, y una de ellas es la más grande de esa gran civilización. Están hechas de un solo bloque de piedra roja arenisca sacada del río, y forman el mejor conjunto de estelas de los Mayas. A pesar de la lluvia, realicé una detenida visita a las estelas del Siglo VIII después de Cristo, a las enormes esculturas, a la serpiente-rana-jaguar, al Altar y a la Acrópolis.
Tras la visita, y bajo fuerte y alternante lluvia, nos dirigimos a Puerto Barrios, distante unos 80 kilómetros. Atravesamos una zona de grandes granjas, con ganado vacuno y ovino, y otra totalmente anegada de agua debido a la crecida del río Motagua. Pero, a pesar de la carretera, todo fue bien hasta que a 8 kilómetros de Puerto Barrios se produjo el monumental atasco al que me referí al comienzo de esta crónica viajera.
Ahora, en el Hotel Villa Caribe, el mejor de Livingston y situado al borde mismo del Mar Caribe, remato una información que confío les guste, y me acuesto. Mañana navegaré el Río Dulce y la Laguna Petenchel y continuaré a la Selva de Petén. Ya les contaré. ¡Saludos y salud!. (Fotos: Lajos Spiegel)