Con el título de Liga española prácticamente decidido en el mes de febrero, sólo queda conocer quienes acompañarán al Barcelona en la Champions, quienes se clasificarán para disputar la Europa League y, por último, quienes estarán condenados al descenso. No es poca cosa pero son muchos años seguidos en los que cada vez se estrecha la lista de candidatos y hacen más previsible su desenlace en la considerada mejor competición liguera del mundo. Desgraciadamente este diagnóstico se puede aplicar a las consideradas mejores ligas europeas como la Bundesliga alemana, la Ligue 1 francesa y, de alguna manera, en la Serie A italiana.
Inevitablemente uno vuelve los ojos hacia la Premier League, ejemplar en cuanto al dinamismo de su campeonato. Ya a principios de temporada existe un amplio ramillete de aspirantes: Manchester United, Arsenal, Liverpool, Manchester City, Chelsea, Tottenham, o Newcastle, entre otros, presentan todos los años su candidatura al título. No es extraño que aparezcan periódicamente un par de outsiders que como el Leicester sacuden el establishment futbolístico o, en el otro extremo, ver a todo un campeón de Europa como el Aston Villa cerrando la tabla.
Tampoco es infrecuente que en una misma jornada se puedan ver tres o cuatro partidos que aquí llamaríamos del siglo y cuyo desenlace suele ser incierto. Poder competir todos contra todos es un ingrediente que hace de la liga inglesa un espectáculo atractivo y emocionante para el público no sólo inglés sino global.
Varias son las razones que explican este éxito pero me quedo con dos. En primer lugar la asistencia media de aficionados a los estadios llega se acerca al 92%, incluso por encima de la Bundesliga cuyos precios son muy asequibles para el público. La otra razón, sin duda importantísima, tiene que ver con el reparto más equitativo de los derechos televisivos, un aspecto que garantiza la capacidad de inversión a los clubes más modestos.
Una competición más igualada tiene mayor fascinación para el aficionado y por lo tanto mayor interés televisivo. Si además los ingresos obtenidos por los derechos televisivos se reparten asegurando un mínimo para los clubes más pequeños, afianza ese pulso competitivo del que carecen otras competiciones.
Sólo un dato para poder visualizar estas diferencias. Hace un par de temporadas los recién ascendidos Leicester, QPR y Burnley pudieron invertir algo más de 30 millones en fichajes. En contraste ese mismo año Deportivo, Éibar y Córdoba, que conseguían plaza en primera división española, disponían de unos pírricos 200.000 euros para contratar nuevos jugadores.
Hay que reconocer que entre los riesgos a los que está sometida la Premier es la amenazante entrada en los consejos de administración de fondos de inversión, grupos financieros o exóticos millonarios llegados de geografías remotas que ponen en peligro el vínculo territorial y emocional de los clubes. La solución debería encaminarse a promover una competición igualada que permita atraer más aficionados a los estadios, mejorar los contratos con las televisiones y favorecer el reparto más generoso de esos ingresos con los clubes modestos. Todo ello sin olvidar el sentimiento –imprescindible en mi opinión- que une a las aficiones locales con sus equipos.
@pgarcia_ramos