Lago Inle (Birmania), 12 de noviembre del 2015
También hoy me tocó dejar la cama a las tres y media de la mañana, ya que a las cuatro en punto vino a recogerme mi guía, Sandar Myint, con el fin de trasladarme al aeropuerto para tomar un avión con destino al de la ciudad de Hehó.
Realmente no debería haber tenido que madrugar tanto, de no ser porque en este país cambian los horarios de los vuelos locales a su antojo. Concretamente el mío lo adelantaron una hora sobre la programación prevista, circunstancia de la que advirtieron a los de “Adventure Myanmar”.
Natalidad, electricidad y agua
Como quiera que en el viaje hasta el aeropuerto invirtiera casi una hora, eso me permitió charlar distendidamente con Sandar, una persona muy abierta y bastante documentada, en torno a diversos aspectos de la vida cotidiana en Birmania.
Así fue como me enteré de que, aunque la natalidad no está controlada por el gobierno, lo normal en una familia es tener solamente un hijo, o como mucho dos, ya que los salarios son muy bajos.
También me dijo que tenían muy serios problemas con la electricidad y con el agua, sobre todo en las grandes ciudades, lo que era debido a la tremenda escasez de lluvias que estaban padeciendo, por lo que eran muy frecuentes los cortes de suministro en tan básicos y fundamentales servicios.
Un aeropuerto tercermundista
La zona nacional del aeropuerto internacional de Yangón es tercermundista. Los baños son del tipo de las más vetustas piezas que fabricaba “Roca”, y había un ventilador casero detrás de cada taza como único medio para combatir el tremendo calor y el mal olor. Como madrugué mucho, dejé el afeitado para cuando estuviese esperando la salida del vuelo. Intento inútil, pues no había un solo enchufe, lo que me recuerda que usar aparataje eléctrico en hoteles y servicios en Myanmar no es tarea fácil. Por un lado están sus gigantescos enchufes de tres patas, y por otra la carencia de bases en los baños. Dicen que es para evitar que alguien meta los dedos y se electrocute….
La “Sala de Espera” era única para todos los vuelos, con largas filas de asientos corridos, todas en la misma dirección. La deficiente megafonía se “complementaba” con un empleado que mostraba cada vuelo paseando un cartelón por la sala, anunciando unas compañías aéreas de las que en mi vida había oído hablar. Aquello era un auténtico rebumbio, la gente hablaba en voz alta, la megafonía (cuando funcionaba) era estridente, y los porteadores iban y venían con cajas y utensilios varios.
Largo vuelo hasta Hehó
De Yangón a Hehó volé en un “pajarito”, un avión de hélice de la “Asian Wings Airways”. Por cierto que la tarjeta de embarque estaba escrita a mano, sin el nombre del pasajero, aunque con asiento reservado; cosa que, según me dijo la guía, no sucede en otros vuelos interiores no turísticos. Y cuando facturé, me colocaron sobre el pecho una pegatina con un colorido avioncito de la “Asian Wings”.
Volamos en un “ATR 72-500” y la duración total del vuelo superó las dos horas previstas, debido a realizar una larga escala en el aeropuerto “de juguete” de Bagán Nyaling Oo, al que llegamos en 1 hora y 20 minutos. Estaba previsto que permaneciésemos a bordo un cuarto de hora, mientras bajaban unos pasajeros y subían otros, pero tuvimos que descender y permanece en tierra una hora, debido a la fuerte niebla que había en Hehó. Estuvimos prácticamente hacinados en una “Sala de Espera”, también única, con largas filas de sillas, como si estuviésemos en el cine, mirando todos hacia la pista, en la que había 5 pequeños aviones todos de hélices.
Llegada a Hehó y Mercado Étnico
El resto del trayecto resultó muy tranquilo y duró media hora, tomando tierra en el aeropuerto de Hehó, donde ya no había resto alguno de niebla, a las 9,05. Un coche nos trasladó hasta la ciudad, distante una hora, atravesando unas tierras muy ricas, con grandes arrozales que dan tres cosechas al año, campos de maíz y frutales, además de numerosas vacas de color grisáceo y búfalos de agua.
Acompañados por la guía, visitamos un gran mercado popular, de carácter étnico (Foto 2). Y aunque detesto ir de tiendas o de compras, la visita valió la pena pues me permitió mezclarme con una muchedumbre abigarrada compuesta por muy variadas etnias, luciendo algunos sus mejores galas domingueras, así como ver una serie de productos hortícolas y probar frutos desconocidos para mí. Por cierto que los habitantes de esa región comen mucha verdura, pero solamente comen pollo una vez a la semana.
Unas 40 etnias diferentes
En esta región de Birmania hay hasta 40 etnias diferentes, que se distinguen sobre todo por su vestimenta, siendo la Shan la etnia dominante. Durante la interesante visita que hice a la fábrica Shwe Pan King, de carácter totalmente artesanal, tuve oportunidad de ver a un grupo de integrantes de la etnia Danú fabricando un papel especial, que hacen con la corteza de la morera, hervida y machacada, mezclada con agua. Es como una especie de papiro que sirve para escribir, para hacer papeles de adorno, farolillos, lámparas, etc. Lo más vistoso son las sombrillas de caña de bambú, que fabrican con suma rapidez y con una habilidad extraordinaria.
Monasterio Shwe Yan Pyay
Al dejar el mercado, subimos nuevamente al coche para atravesar una zona montañosa, circulando por una carretera bastante estrecha, con muchas y peligrosas curvas, y sin señalización alguna. Tras ascender hasta el puerto, situado a unos mil metros de altura, iniciamos un descenso todavía más peligroso que la subida.
Una vez en el valle, nos dirigimos a viejo Monasterio de Shwe Yan Pyay (Foto 3), que data del Siglo XIX. Está hecho con madera oscura, y es el monasterio más antiguo y más importante de la etnia Shan.
Y tras una detenida visita, que incluyó una gran estupa dorada, continuamos viaje hasta el pueblo de Nyaungshwe, para subir a una larga y puntiaguda barca a motor (Foto 4) que me trasladó hasta el famoso Lago Inle.
Lago Inle y Hotel Paramount
El Lago Inle tiene 22 kilómetros de largo, llega a alcanzar los 4 kilómetros de ancho, y es Reserva Mundial de la Biosfera. Está rodeado de bellas colinas, en las que abundan las orquídeas, y está habitado por los Intha, conocidos como los “Hombres del Lago”, que tienen la rara habilidad de remar con un solo pie mientras pescan.
Hay 17 aldeas en las islas e islotes del lago, en las que viven unas 70.000 personas, en casas edificadas sobre pilotes. La mayor parte de los islotes son artificiales y tienen un metro de grosor, lo que me recuerda a los del Lago Titicaca, en Perú, que están hechos con un junco llamado totora.
En esos islotes tienen cultivos, además de trabajar la madera, secar los pescados o hacer artesanías. En las islas hay mercados flotantes, comercios, templos, estupas, fábricas de seda, pagodas y mercadillos. El más importante es el mercado de las etnias, que tiene lugar cada cinco días. ¡Y qué decir de los amaneceres y atardeceres!.
Y en una de esas islas paradisiacas se encuentra el “Paramount Inle Hotel” (Foto 5), a unos 900 metros sobre el nivel del mar. Para llegar a mi hotel recorrimos 11 kilómetros, desde Nyaungshwé, siguiendo el largo canal principal (como si estuviese en Venecia). La entrada al lago es impresionante, tanto por su amplitud como por estar metido entre montañas.
Y si ir a mi apartamento a dejar el equipaje, para ganar tiempo, disfruté de una exquisita comida en el restaurante del magnífico complejo turístico en que me alojo.
Pagoda Phaung Daw Oo
Al terminar la comida dejé mis cosas en la habitación, y subí nuevamente a la barca para ir a visitar la impresionante Pagoda Phaung Daw Oo (Foto 6), que es la más importante del Lago Inle y la más venerada por los habitantes del Estado Shan. Está construida sobre pilares, data del Siglo XIII, y tiene 5 Budas de oro, uno de los cuales los creyentes cubren continuamente con pan de oro, que compran en el propio templo. ¡Negocio redondo!. Los otros cuatro los sacan en procesión por los pueblos, en septiembre-octubre, en una enorme y decorada barca que guardan al lado de la pagoda.
Por todas partes, en el decorado e interesante interior de la pagoda, hay unas grandes urnas de cristal, que estaban casi repletas de billetes cuando yo estuve allí, que vacían todos los días….
Y tras escuchar las detalladas e interesantes explicaciones de mi guía, abandoné la pagoda y regresé a la barca (que por cierto no tiene quilla y se levanta casi hasta la mitad como las planeadoras) para proseguir las visitas.
Monasterio de los Gatos Saltarines
Navegando por unos estrechos y sinuosos canales interiores, en los que apenas había espacio para cruzarse con otras, la barca me trasladó hasta el Monasterio Nga Phe Chaung (Foto 7), del Siglo XVIII, popularmente conocido como el Monasterio de los Gatos Saltarines. Recibe este nombre porque los felinos que moran en ese recinto han sido adiestrados por los monjes para saltar a través de un aro, como en un circo.
El Monasterio recibe su verdadero nombre del pueblo Nga Phe Chaung, en el que está edificado, y en su interior destacan varias colecciones museísticas de Budas.
Finalizada la interesante visita, antes de regresar al hotel, dimos un largo paseo por el intrincado laberinto de canales, contemplando miles de casas edificadas sobre troncos de madera o sobre pilotes de cemento (Foto 8) y dejando a nuestra derecha una gran formación montañosa y una extensa plantación de tomates, que son muy sabrosos pero más pequeños que los españoles.
Maravillosa puesta de sol
Antes de cenar, estuve en la amplia terraza sobre pilotes que hay delante del hotel, tomando unas cervezas con Paco y Fuensanta, contemplando la maravillosa puesta de sol que se produjo justo frente a nosotros.
Después de la cena, en el restaurante del hotel, puse en orden mis notas y las numerosas fotografías de este día, ya que mañana me espera otra jornada muy intensa y preñada de interesantes visitas por los alrededores del Lago Inle.
Cuando al fin me “sumergí” entre las sábanas, protegido por un gran mosquitero, estaba muy rendido, sobre todo porque las dos noches precedentes tuve que levantarme a las 3,30 de la madrugada….
¡Buenas noches, Birmania!. (Fotos: Lajos Spiegel)
2 comentarios en “Yangón, Hehó, Nyaungshwe y Lago Inle: Pagoda Phaungdaw y Monasterio de los Gatos Saltarines”
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Birmania: de maravilla en maravilla.
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