Aunque no me pillo por sorpresa, pues era conocedor del delicado estado de salud por el que vivía, este pasado viernes desayunaba en un clásico de tertulias deportivistas como “Manolito” con la triste noticia que supone la pérdida de un ser querido. Y como no quiero dejar pasar la ocasión me gustaría rendir un sencillo y sentido recuerdo a modo de homenaje con unas breves líneas del que a mi entender fue y seguirá siendo un gran deportivista como Manolo Sanjurjo.
Manolo llevaba toda la vida sintiendo, luchando y participando activamente en defender, acompañar y querer al club de sus amores. El Depor y la “Peña la Estrella” de la cual Sanjurjo fue fundador y presidente pierden a uno de los incombustibles activos de los colores blanquiazules. La conocida calle que dio nombre a esta peña pierde parte de su encanto en la figura de un peñista de tomo y lomo. En esta calle y habitualmente alrededor de Manolo se vivieron interesantes y enriquecedoras tertulias donde las anécdotas del pasado e historia de un club a la vez nos hacían entender el por qué un equipo como el Real Club Deportivo de La Coruña se había hecho grande.
Los contertulios participantes en estas charlas no concebían su vida y la de la ciudad de cristal sin su Depor. Deseaban que llegase el día del partido para asistir a Riazor. Viajaban ataviados con sus mejores galas para arropar a los jugadores y entrenadores que en cada época vestían la camiseta del Deportivo. Organizaban encuentros de hermandad con peñas visitantes demostrando que la rivalidad se acababa en el campo. Invitaban a los jugadores, directivos y a todos los que tuviesen sangre blanquiazul a participar de los actos, fiestas, conferencias y romerías que organizaban en convivencia, paz y confraternidad. Era un habitual ver a jugadores, entrenadores, peñistas y canteranos engrandeciendo la figura de un hombre que sabía un rato largo de fútbol.
A partir de ahora echaré de menos esas charlas que mantenía cuando me apetecía hablar de fútbol, y me daba un paseo por esta calle de los vinos en busca del presidente Sanjurjo. En los momentos importantes, decisivos e históricos era todo un refugio y experiencia charlar de fútbol con esta persona querida y al que muchos admirábamos por sus conocimientos y amor al Depor. Mis despedidas con Manolo acaban siempre con un “seguro que ganamos” y unos recuerdos y abrazos cariñosos que me enviaba con destino a mi padre.
Los que a buen seguro echaran de menos al bueno de Manolo serán sus fieles y queridos amigos que un día sí y otro también estaban con él haciendo gala del deportivismo en la calle de la Estrella, en la radio o donde fuese. D.E.P. el bueno de Manolo, peñista incombustible que debe servir de guía del buen deportivista. ¡Forza Depor!