Dicen que debemos tener un hijo, escribir un libro y plantar un árbol. ¡Y si subimos en globo, vamos….!. Yo, por suerte, he hecho más de una vez las cuatro cosas, incluso con riesgo de morir en un vuelo en globo por Capadocia (Turquía). Pero, a pesar de haber recorrido los 5 continente, como “Viajero sin Fronteras, confieso que nunca había estado en un “furancho”. Y tampoco estuve en las Fallas de Valencia, en los Sanfermines de Pamplona, en la Feria de Abril en Sevilla…. que dejo para cuando sea “más mayor”. Si estuve en el Globo de Betanzos, hace sólo un par de años, merced a la amable invitación de la familia Pita. Y el pasado día 11, acompañando a unos buenos amigos (en la foto), estuve ¡al fin! en uno de los famosos “furanchos”, concretamente en el de La Condesa, sito en el Camino Real de Infesta (Betanzos), regido por Mary Fernández. Los “furanchos” son unos locales exclusivos de Galicia, que gozan de gran atracción popular y que se identifican con un ramo de laurel a la entrada. Durante años trabajaron en la “clandestinidad”, hasta su legalización. Son una especie de tabernas montadas en bodegas o casas particulares, nacidas hace muchos años con el objeto de vender los excedentes de las cosechas de vino. Pero no se limitaban a la venta del vino, ya que iba acompañado de “generosas tapas” de jamón, queso, chorizo, empanada, raxo, tortilla, zorza, etc. Atraían gran cantidad de gente, y se convirtieron en un atractivo turístico. Algunos “furanchos” eran casi restaurantes, motivando entre el 2000 y 2005 muchas quejas de los hosteleros, por lo que hoy en día la comida la tienen que llevar los clientes. Sólo pueden vender vino directamente del barril, y la Xunta solamente los permite en 21 municipios, durante 3 meses, siendo las Rías Baixas y Betanzos donde más proliferan. Tal cual, se lo cuento. (Foto: Lajos Spiegel)

 

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