Es difícil hablar de la actualidad deportiva local sin esquivar el brutal asesinato ocurrido el pasado domingo a orillas del Manzanares, en Madrid. Un hecho que marcará la temporada futbolística nacional y muy especialmente la deportivista.

Lo triste es que cada vez parece más habitual que las peleas entre las aficiones radicales son todavía muy habituales. La violencia se desplaza de los estadios a sus aledaños pero la chispa es siempre la misma: los fanatismos disfrazados con los colores de un club o de supuestas ideologías políticas totalitarias.

Esta situación debería de obligar a los consejos de administración de todos los clubes de fútbol a incluir en el orden del día el tema de la violencia de los sectores más radicales de su aficiónen los campos de fútbol, y no tratarlo circunstancialmente cuando se produce una tragedia. Quizás esto no garantice que pueden volver a producirse estos hechos pero una vigilancia continuada de estos colectivos violentos permite actuar a tiempo y, consecuentemente, reduce mucho los riesgos de los enfrentamientos entre ultras.

Tampoco estaría de sobra actuar contra determinadas pancartas y gritos de contenido radical y xenófobo que se escuchan por todos los campos. La permisividad de determinadas acciones, supuestamente son para animar al equipo, degeneran muchas veces en actitudes violentas.

No somos conscientes de que un alto porcentaje de aficionados, de los buenos y de los malos, acuden al estadio al insultar al árbitro, a los jugadores rivales y, en muchas ocasiones, a su propio equipo. Corregir estas actitudes desde niños es una buena manera de garantizar la buena educación en los estadios.

En este sentido, es admirable la actitud de los clubes ingleses que han sabido enderezar a una de las aficiones más bárbaras del mundo en los años ochenta. En algunos campos como en Anfield Road, existe la grada familiar donde acuden adultos con niños a presenciar el partido. Pues bien, en esta grada está prohibido insultar, incluso al árbitro, bajo la pena de expulsión del recinto. Esa es la vía por la que deberían de seguir los clubes y desterrar la idea del seguidor que se sienta en su localidad donde se encuentran amparados para insultar, desbarrar y hacer todo aquello que no se permiten fuera de un campo de fútbol.

Vayamos al estadio a disfrutar del buen fútbol o a padecer el malo, a animar a nuestro equipo, pero siempre con la idea de que es un deporte, un juego, importante pero un juego. Todas las instancias involucradas en este deporte (LFP, RFEF, clubes, peñas, prensa, etc) deben dejar de señalar a los culpables y hacer una reflexionar sosegada sobre qué se puede hacer desde su parcela para que no se vuelva a ocurrir esta desgracia.

Artículo publicado en DXT Campeón by pgarcia_ramos@hotmail.com el jueves 4 de diciembre de 2014.

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