A lo largo de mi dilatada existencia he visto, e incluso sufrido, más de una tormenta tropical. Pero ninguna tan rica y abundante en aparato eléctrico como la que me tocó soportar esta pasada noche en Tortuguero.  Fue, sencillamente, impresionante.Todo comenzó sobre las 12 de la noche, cuando me iba a acostar. Como les comenté en mi crónica anterior, ayer tuvimos un día de fuerte sol, con temperaturas que alcanzaron los 35 grados y una sensacion térmica de 38 grsdos. Fue a partir de ls medianoche cuando el tiempo cambio rotundamente y comenzó a llover con fuerza. Como estaba bastante cansado, conseguí conciliar el sueño pronto, hasta que a las 4.30 de la mañana creí que se venía abajo el bungalow. A la lluvia torrencial se añadió una serie de tremendos truenos continuados, relámpagos y rayos que hacían temblar. El ruido era tan fuerte y persistente que me desperté sobresaltado. ¡Ya quisieran para sí las Fallas de Valencia semejante espectáculo de luz y sonido!. Sobre las seis, cuando me levanté, el panorama era muy diferente  y el tiempo siguió mejorando a medida que axanzaba el día. A las 9, cuando salí para mí actividad matinal el día era bueno y la temperatura alcanzaba ya los 28 grados. Antes de partir para realizar la caminata por la selva, desayuné con Teresita, Graciela y Ana Maria, mis amigas argentinas, de las que me despedí en el muelle privado del Hotel porque viajaban de inmediato a Puerto Viejo.

Luego me di una ración doble de repelente, porque a pesar de las precauciones ya tengo tres grandes picaduras de los puñeteros mosquitos. Caminando a través del bosque llegamos al borde del Río Tortuguero y seguimos el sendero «El Poponjoche», de un kilómetro aproximadamente que nos metió en pleno Bosque Tropical Lluvioso.  Entramos en una zona pantanosa en la que vi arboles gigantescos de todo tipo, incluso uno que anda. Si, leyeron bien: un árbol que se desplaza en la selva en busca de luz. Es un palmito amargo, cuyo tronco está sobre raices aéreas.  Nacen unas para avanzar y mueren las del lado contrario para facilitar el avance. Se mueve unos 10 o 15 centímetros al año. La flora y fauna son tmpresionantes: hormigas bala, mamíferos, reptiles, aves, cangrejos blancos, arañas tejedoras de oro que llegan a tres centímetros de largo, hormigas granjeras que cultivan hongos y no se reproducen porque solamente copula la reina, que tiene todos los machos para ella; monos aulladores, e incluso vi un pequeño oso perezoso.

Tras más de dos horas de un recorrido muy interesante e ilustrativo, dejamos atrás el Bosque Tropical Lluvioso…. y los numerosos, molestos y voraces mosquitos que por allí pululan. De regreso a mi bungalow aproveché el tiempo basta la comida para refrescarme y poner en orden mis cosas, especialmente mis notas y fotografías.  ¡Ah!, y matar un grupo de gengenes, unos insectos que son como una especie de mosquitos milimétricos. Por cierto que la primera vez que vi esos bichos fue en Varadero  (Cuba). Como hacia mucho calor dormí sin ropa, y al día siguiente cuando me levanté estaba ni figura dibujada en las sábanas, pero sin atacarme. Se ve que no les gustó mi sangre…. Después de comer, con 33 grados de temperatura y una sensación real de 38 grados, salí para visitar los lugares de desove de las tortugas, que cuentan con 22 kilómetros de costa protegida y en la que diversas ONG mundiales protegen a estos animales, así como el turístico pueblo de Tortuguero. Embarqué en el muelle privado de mi Hotel, en la «Pachira»  sin techo, y atravesamos la Laguna para desembarcar en la alargada Isla de Tortuguero, que en alguna parte solamente tiene 80 metros de ancho y 500 de máximo en otras. Es una larga lengua de tierra, y al otro lado del río está la playa y el mar abierto. Al borde del mar desovan tortugas carey, laúd, verdes y cabezonas. Las tortugas desovan solamente por la noche, en intervalos de 7 a 12 días. La primera vez que desova una tortuga pone 120 huevos, número que decrece de año en año, siendo de resaltar que de cada mil tortuguitas que alcanzan el mar solamente una llega a adulta. El resto son pasto de peces y depredadores diversos. En la larga playa de 18 kilómetros hay incluso cocodrilos y barracudas a los que les encantan las tortugas tiernecitas. Tras ver nidos de tortugas y dar un paseo por la playa, de arena fina y parduzca de origen volcánico, visité el pueblo de Tortuguero, que mide 900 metros de largo y 80 de ancho, con una sola calle. Tiene 2.000 habitantes, una escuela de Primaria con 150 alumnos y otra de Secundaria. Viven fundamentalmente del turismo y de la pesca. No circula coche alguno y solamente lo hacen algunas bicicletas.

 

El edificio más llamativo, de estilo colonial y pintado de amarillo y verde, es Casa Marbella, y la Iglesia católica es como de juguete y está bajo la advocación de la Virgen María. Hay varios hoteles, oficinas de viajes, restaurantes, artesanos callejeros, parque infantil, museo al aire libre de la maquinaria de un antiguo aserradero, tiendas de souvenirs, papeleras altas y curiosas con figuras de animales, muchos perros callejeros, un par de policías locales, un cajero automático del Banco de Costa Rica, casas edificadas sobre palafitos en una zona anegada de agua y paisanos jugando al dominó en una mesa de un pequeño parque público. Un recorrido corto en distancia pero amplio y rico en nuevas vivencias. Y aunque al final de tan interesantes visitas amenazó lluvia, tuve la suerte de que no descargó hasta una hora después de llegar al Hotel. Llovió con fuerza, pero cuando salí a cenar ya había escampado. Espero que esta noche sea más tranquila que la de ayer…. Como había subido la marea y hacía viento, se levantó un oleaje que lanzaba agua al interior de la descubierta barca, lo que no constituyó un obstáculo para completar felizmente la corta travesía. De ese modo puse punto final a dos estupendos días en Tortuguero, ya que mañana a primera hora pondré rumbo al famoso Volcán Arenal. Prometo seguir contándoles. ¡Saludos y salud!. (Fotos: Lajos Spiegel)

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