Cartagena (Colombia), 1 de noviembre del 2018

Hasta aquí han llegado los ecos de la impactante perfomance (hay quien la tilda de gamberrada) de mi buen amigo el escultor coruñés Enrique Tenreiro, al pintar una roja paloma de la paz sobre la tumba de Franco. A los que conocemos a Enrique, y le hemos visto en pijama sobre un váter en pleno Cantón Grande de La Coruña, no nos sorprende en absoluto su actuación en el Valle de los Caídos…..
Celebro con todos ustedes la gran repercusión informativa  digital, y a través de las redes sociales, especialmente Facebook, de mi viaje por América del Sur, sobre todo en este país sudamericano, según pueden testimoniar Gonzalo Soto, director de 21Noticias.com, y Fede G. Poncet,  director de Fedellando.com,  y otras personas más.
Como ya he dicho, Colombia es «El país de la sabrosura», que los de esta tierra definen como «Ese yo no sé qué que te pone a gozar». Y según dicen, «Desde la noche de los tiempos», o sea desde hace más de 10.000 años, que es cuando se data la presencia humana en estos parajes.
Aquí surgieron varias culturas precolombinas como los músicas, los tayronas, quimbayas y zenués.
España creó el Virreinato de Nueva Granada, con capital en Bogotá. La Guerra de la Independencia se inició en 1810, después de la cual surgió la Colombia actual….
Hoy pude dormir algo más de lo habitual, ya que no inicié mi largo recorrido en mini bus (sobre todo en tiempo) desde el Hotel Best Western Plus (inaugurado hace poco más de dos años) de Santa Marta a Cartagena de Indias hasta las 8.45 de la mañana. La distancia entre ambas ciudades es de 225 kilómetros.
Antes de dejar mi habitación del Hotel Wes, recibí la visita de un pájaro grande, que se posó en el alfeizar de la ventana y «posó » para que le hiciera varias fotografías.
Tras circular por la Carrera 7, cruzamos el puente sobre el Rio Manzanares,  que atraviesa toda la ciudad. Dejando atrás el Cuartel de San Bernardino, subimos al Alto del Ziruma y atravesamos Rodadero, que está al otro lado de la montaña.
Entramos en la Carrera 9, ya pen Rodadero, que es donde se encuentra «Berlinastur» y en uno de cuyos mini buses me trasladé a Cartagena de Indias, con una única parada en Barranquilla, que según la empleada está «a dos horas».
En estos países de America del Sur , al igual que en los de América Central,  cuentan las distancias por horas. De hecho,  casi nadie, salvo los guías turísticos y Lola empleada me dijo que tardaría  conductores profesionales hablan de kilómetros entre un punto y otro. Por eso, el chófer fue quien me dijo que hasta Barranquilla había 115 kilómetros y que esa parada era casi a mitad de camino a.Cartagena. Olvidé comentarles que el dia es muy soleado y la temperatura estaba en contínuo ascenso.
Viajé en la «Berli 769», un mini bus nuevo, cómodo  y de 17 plazas. Incluso tenía wifi, que funcionaba estupendamente, lo que me permitió trabajar durante el largo trayecto.
Después de rebasar la Iglesia Internacional Trinitaria, volvimos a cruzar el Río Manzanares,  dejando a nuestra derecha grandes urbanizaciones y el mar, que nos acompañará la mayor parte del viaje, y a la izquierda las montañas.
Enfocamos un tramo de autopista y carretera, con tráfico de potentes camiones de varios ejes. Me ha llamado la atención la gran cantidad de vehículos Hyundai,  y también ascensores. También hay muchos Toyota.
Los camiones cargados de gas, carbón y otros productos formaban largas colas en los accesos a la ciudad.
A 4 km de Ciénaga,  dejamos la autovía y pasamos un control policial. Luego rebasamos la vía férrea activa, con gran movimiento de carbón hacia el puerto, y seguimos bordeando el mar hasta llegar a Ciénaga. Al borde de la ruta gran cantidad de chiringuitos de venta de frutas, refrescacion y estadeo, el hotel Nuevo Amanecer.
Ciénaga, de casas mas bien bajas y de colores, registraba gran actividad, con carros de chamarileros tirados por burros y muchos triciclos de transporte de viajeros y mercancías, además de numerosos camiones de varios ejes.
A la salida de la ciudad  vimos la auténtica ciénaga, que da nombre a la urbe, y cerca una iglesia católica de llamativos colores y de buen porte para ese lugar.
Atravesamos un puente sobre una especie de gran Laguna marina,  y entramos numerosos puestos que ofrecían camarones,  ostras y caracoles.
Después de rebasar bellas, largas y semisalvajes playas,y más ciénagas, junto a un barrio de chabolas, volvimos a tomar la autovía.  El recorrido es de extraordinaria belleza, con el mar como compañero de viaje.
El tráfico se había aligerado notablemente, y atravesamos una zona de marismas y cactus. Tras dejar a nuestra derecha varios pueblecitos de pescadores,  la carretera parte en dos una laguna marina, pasamos al borde mismo del mar abierto, y a unos 15 kilómetros de Barranquilla giramos a la izquierda. Dejamos la costa, pero continuamos por terreno llano y cubierto de vegetación. A 4 km de Barranquilla,  peaje y largas colas de camiones para el pesaje.
Barranquilla me trae a la memoria la vieja canción que decia: «Se va al Caimán, se va al  Caimán. Se va para Barranquilla….». Yo lo anduve buscando  pero no lo encontré….
Después de un pequeño recorrido por Barranquilla y un reparador refrigerio, continuariamos viaje a Cartagena de Indias  que está a unos 110 kilómetros de distancia de Barranquilla, o sea,  casi la mitad de la distancia entre Santa Marta y Cartagena de Indias.
Antes de entrar en Barranquilla, y tras pasar un  nuevo control policial, atravesamos un largo puente,  dejando el puerto a la derecha con varios grandes cargueros y numerosos depósitos de gas.
Dejamos el Corredor portuario y la autovía en construcción y entramos en la ciudad, dándonos la bienvenida una enorme bandera de Colombia, un letrero de grandes y coloridas letras, y un carrito cargado de plátanos verdes (para hacer el patacón) y amarillos, tirado por un pequeño burro.
El recorrido entre Barranquilla y Cartagena es mucho más fácil, ya que dejamos atrás el trafico pesado; y por fortuna seguimos disfrutando de la vista del mar. Ese tramo de mi viaje lo hice con tres personas del país, una de las cuales se bajarla en Barcelona.
Salimos por la Carrera 59, tomamos la Calle 92 y entramos en la amplia Carrera 46, que cuebta con un arbolado seto central.
En Barranquilla se ha construido mucho en los últimos años, y continúa la actividad constructora, elevándose grandes edificios de apartamentos y oficinas . Tiene buenas calles y transporte,  al que llaman «Transmetro».
A unos 20 km rebasamos Puerto Colombia, dotada de vegetación abundante y verde a ambos lados de la carretera.
Seguimos por una zona de árboles frutales, grandes praderas e importantes haciendas. Numerosas vacas grises, rojizas y blanquinegras.
Como dije, paramos en Barcelona de Indias,  pueblo residencial  muy cuidado y bonito, situado junto al mar.
A continuación está La Boquilla,  con modernos apartamentos y chalets. Cuenta con una buena playa y Club Naval.
Tras pasar un túnel, entramos en Cartagena de Indias, donde me recogió Lewis Jiménez para llevarme al Hotel Atlántic, en pleno centro.
Bordeamos las murallas de la vieja ciudad, muy bien conservadas, lo mismo que los fosos, balaustradas, garitas y cañones, circulando por El Malecón o Primera Avenida. Enfrente los rascacielos y grandes edificios de la Cartagena moderna.
Tras rebasar los monumentos al Almirante Grau y el gran pájaro «María mulata»  (parecido al cuervo) erigido cuando le hicieron un homenaje a Simón Bolívar, seguimos la Avenida San Martín, llena de buenos comercios, bancos   restaurantes, centros comerciales y hoteles, entre ellos el Atlantic Lux Hotel,  donde me alojaré tres días. Además de piscina, gimnasio, spa, restaurante, agencia de viajes, masajes y baño turco, tiene el «Casino Másters Royale» que funciona las 24 horas.
Remato comentándoles que he comido unos deliciosos camarones (muy abundantes por cierto) con arroz, regados con cerveza colombiana «Aguila», que estaba francamente buena.
Mañana más. ¡Saludos y salud!. (Fotos: Lajos Spiegel)
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