Antes de abandonar Persia, ya en el Aeropuerto Internacional de Teherán para tomar el vuelo a Moscú (Rusia) trataré un par de temas relacionados con este país «extremadamente islámico» en lo que atañe al gobierno de los ayatolás, pero mucho más tolerante a nivel de una ciudadanía que es es de lo más amable, servicial y respetuosa.

Como les comenté ya, en el actual Irán nacido de la Revolución Islámica las mujeres lo tienen bastante crudo, pese a que las nuevas generaciones, puestas al día a través de las nuevas tecnologías y, sobre todo Internet y de manera especial WhatsApp, tratan de ir aproximándose a un mundo más abierto y global.

No cabe la menor duda de que las mujeres perdieron mucho terreno con la mencionada Revolución Islámica. En las mezquitas y en algunos otros sitios acceden por puertas distintas, y están en espacios apartadas de los hombres, lugares que, además, por lo regular suelen ser más pequeños e inferiores.

Y todavía he visto casas, algunas nuevas, como la de fotografía que acompaña esta crónica, que tienen dos llamadores en la puerta de entrada. El de la derecha, más robusto, es solamente para los hombres, y el de la izquierda, más delgado, es para las mujeres. Los hombres golpean dos veces para que les franqueen la entrada, y las mujeres golpean una sola vez. De esa manera, los que están dentro saben si es un hombre o una mujer la persona que llama. Tal cual, se lo cuento…
Y otro apunte que considero trascendente y de interés general: las minorías étnicas, sobre todo las religiosas, están aquí literalmente postergadas. Cuando les relate mi visita al dinámico barrio armenio omití comentarles que, desde la tan mencionada Revolución Islámica, muchos armenios tuvieron que emigrar, ya que no pueden lograr puestos de trabajo oficiales, ni en la policía, ni en el ejército, etc. ¡País!.

Comentados ambos temas, paso a relatarles el regreso a mi querida ciudad de La Coruña (España), tras 25 días de un inolvidable y enriquecedor viaje por Armenia, Georgia, Azerbaiyán e Irán, periplo del que, con gran esfuerzo en algún caso, les informé diariamente a través de mis crónicas viajeras, que deseo les hayan gustado.
A las 12 en punto de la noche me recogió un chófer en el «Novotel» para trasladarme al Aeropuerto Internacional Ayatolá Jomeini, de Teherán, con el fin de volar a Moscú, primera etapa de mi viaje ee retorno a España. Como el aeropuerto está muy cerca del hotel, en unos diez minutos ya estaba en la terminal.
Los trámites de policía y embarque fueron muy rápidos, pero a punto estuve de tener que recoger el equipaje en Madrid…. Menos mal que me fijé en la etiqueta, y advertí al empleado de «Aeroflot» de que mi destino final era La Coruña y que su vuelo Madrid-La Coruña lo tenían compartido con «Air Europa». Consultó con su jefe, y facturó mi maleta directamente a La Coruña, a la vez que me daba las tarjetas de embarque.

De Teherán a Moscú viajé en un avión «Airbus A320» con sus 158 plazas casi totalmente ocupadas. Alcanzamos una altura máxima de 12.130 metros, con una velocidad de crucero de 830 kilómetros por hora.
Cuando llevábamos una hora de viaje, nos sirvieron una cena que, de acuerdo con la información que me facilitaron Agustín Vázquez, de «Viajes RAI», y Pili Sobrado, de «Only you», no estaba prevista. De todos modos, el menú debió de hacerlo un enemigo mío, ya que no había más alternativa que pollo o cordero, por lo que opté por comer la mantequilla, la guarnición, el queso y una deliciosa barrita de chocolate. Y como no había vino (al tratarse de un vuelo que partió de suelo islámico) tuve que tomar un zumo de naranja. Tal cual, se lo cuento.

Salimos de Teherán con diez minutos de anticipación, y el vuelo fue muy cómodo y placentero, sin que se registrase ni una sola turbulencia. La duración del viaje fue de tres horas y cuarenta minutos, y el aterrizaje fue perfecto. Es de resaltar la belleza de la ciudad de Moscú vista desde el aire, profusamente iluminada, y el bonito efecto de luces de colores que producían los rayos solares en el inicio del amanecer que se perfilaba ya en el lejano horizonte
Los trámites de pase de policía y el control de pertenencias fue muy rápido, lo que me permitió desplazarme sin prisa alguna de la Terminal F, a la que llegué de Persia, hasta la Terminal D, que se encuentra bastante lejos y de la que salí para Madrid. Como de costumbre, aproveché la espera para ordenar y rotular las fotografías, hacer «turismo de aeropuerto» y conseguir un par de periódicos rusos para mi buena amiga Pilar Pastoriza.

Con suma salimos del Aeropuerto Internacional de Moscú, rumbo a Madrid. Volamos en un «Airbus A321», de la compañía rusa «Aeroflot», con suz 183 plazas ocupadas. Alcanzamos los 12.130 metros de altura, con una velocidad de crucero de 830 kilómetros por hora.
Por cierto, es de justicia destacar el buen funcionamiento de «Aeroflot», que en todos los vuelos me avisó, mediante un mensaje de texto, de que mi vuelo estaba listo para embarcar y la puerta de salida a la que debía dirigirme. Incluso me avisaron del cambio de puerta del vuelo Moscú-Madrid.
Durante largo tiempo volamos sobre un tupido y largo tapiz de nubes blancas, en las que a veces se reflejaba la sombra de nuestro avión.
Cuando llevábamos una hora de viaje nos sirvieron un buen desayuno, con tres opciones en el plato principal. Yo me incliné por una tortilla con vegetales, que no estaba nada mal.

El vuelo resultó estupendo, salvo un pequeño «meneo» cuando sobrevolamos unas altas montañas, y llegamos a Madrid dentro del horario previsto, después de volar 5 horas y 20 minutos.
Como el ruso que me atendió en Teherán se armó un lío con la facturación de mi maleta, resulta que al final conseguí que la enviase directamente a La Coruña, pero como no fue capaz de darme la tarjeta de embarque Madrid-La Coruña tuve que gestionarla a toda pastilla en el aeropuerto madrileño. Aún así, me dio tiempo a comprar un buen bocadillo de jamón, pues hacía muchos días que no comía carne de cerdo, que tuve que comer ya en el avión.

De Madrid a La Coruña volamos en un avión «Embraer 195» de «Air Europa» con sus 120 plazas ocupadas. En Madrid hacia un día de sol estupendo, y el vuelo fue una delicia, llegando al Aeropuerto de La Coruña a la hora prevista, con ligera llovizna y 16 grados de temperatura.
Y tras despachar con rapidez la recogida del equipaje, cogí un taxi que e menos de diez minutos ne dejó en mi casa de la Playa de Santa Cristina. Cuando llegué, habían pasado nada menos que 18 horas de trajín desde que salí del «Novotel» de Teherán (Irán).

Y mañana día 25, sin apenas tiempo para recuperarme de tanto tráfago, me reincorporaré con intensidad a mis habituales actividades periodísticas y sociales.
Atendiendo la amable invitación de mi excelente amiga Rosa Otero, presidenta de la Asociación Provincial de Amas de Casa de La Coruña y querida compañera en el Club de Leones La Coruña-Marineda, asistiré a los actos del «Día de la Amistad».

Y por la tarde-noche, a partir de las 19.30 horas presentaré el tradicional «Festival de Corales» en honor a la Virgen del Rosario, Patrona de La Coruña, organizado por la ACD Faro de Monte Alto, que con suma dedicación y acierto preside mi buen amigo Antonio Gómez Bellón. Este Festival, que se desarrollará entre hoy y mañana, se celebrará en el Sporting Club Casino de La Coruña, y la entrada es totalmente libre y gratuita. Dada la calidad de los grupos participantes, les animo a que asistan. Me lo agradecerán, sin duda alguna.
Finalizo mis crónicas viajeras del inolvidable periplo que hice por Armenia, Georgia, Azerbaiyán e Irán, agradeciéndoles el interés con que me han seguido, y brindo por otro gran viaje el año próximo. ¡Mientras el cuerpo aguante….!. Saludos y salud. (Fotos: Lajos Spiegel)

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