El pasado día 30 amanecí con la triste noticia del fallecimiento, a los 86 años de edad, de mi buen amigo Carlos Torres Barallobre, facilitada por nuestro común cofrade Willy Villarnovo, a través del siguiente mensaje: “Hola Roberto, Buenos días, te comunico que hoy se nos fue otro amigo y miembro del Huevo Frito, el gran Carlos Torres, excelente persona y gran futbolista. Un abrazo. José Villarnovo”.

En mis casi treinta años en “La Voz de Galicia”, en la Sección de Deportes tuve conocimiento amplio y trato con Carlitos Torres, con quien volvería a coincidir hace unos años en la popular “Peña del Huevo Frito”, de Betanzos, de la que éramos componentes, que estaba presidida por otro futbolista: José Barús y a la que también acudían otros futbolistas como Amador, Polo, Fefé, Vegazo, etc.

Según publiqué en “El Ideal Gallego”, en mi muy leída sección “Torre de Cristal”, el 3 de abril del año 2003 los integrantes de la mencionada “Peña” le rendimos un homenaje con motivo de su jubilación en el “SERGAS”, emotivo acto que tuvo lugar en el restaurante “Casa Paco”, en Betanzos, al que corresponde la primera fotografía, en la que lo vemos en compañía de José Barús, Andrés Marqués y José-Antonio Fernández. Además de los mencionados, asistimos: Darío Amor, Manolo L. Panete, Víctor García, Polo, Fefé del Río, Lito Vázquez, Pepe Mauri, Antolín Doval, Juan Vilela, Willy Villarnovo, Cholo Fandiño, Jesús Casariego, Amador Amor, Francisco Núñez y el Dr. Arranz. Lito Vázquez, en nombre de la Peña, entregó a Carlos Torres una preciosa placa con dedicatoria, y el recordado Chús Casariego, desplazado expresamente desde Madrid, amenizó musicalmente tan inolvidable velada.

Carlitos Torres nació en La Coruña el 17 de enero de 1934, y ya desde muy joven destacó como futbolista. Tras formarse en el futbol modesto coruñés y en las categorías inferiores del Real Club Deportivo de La Coruña, en vista de que no lo pasaban al primer equipo fichó por el Celta de Vigo en el año 1952.

Tras pasar por el RCD Español de Barcelona y el Málaga, terminó su carrera profesional en el Deportivo de La Coruña, formando parte de la famosa “Orquesta Canaro”, inicialmente integrada por Corcuera, Osvaldo, Rafael Franco, Moll y Tino, de la que si no me equivoco únicamente sigue entre nosotros el uruguayo Dagoberto Moll, quien, por cierto, asistió a mi Cumpleaños el pasado 14 de julio y ocho días más tarde alcanzó los 93 años de edad.

Extremo de gran clase, Carlitos Torres, que fue internacional B en dos ocasiones con España, fue también entrenador de fútbol. Estuvo al frente del Fabril Deportivo, Real Club Deportivo de La Coruña (diez días), Compostela, Galicia de Caracas y Selección Gallega Juvenil. DEP el buen amigo y querido cofrade.

Desde su residencial Oleiros (La Coruña), la escritora y pintora Ana-Isabel Leonett, a quien tuve el honor de prologar un libro, me remitió un breve relato, titulado “En un pequeño pueblo de Galicia”. Y yo se lo regalo a mis queridos lectores (h-m):

“En un pequeño pueblo de Galicia, la noche desapacible de invierno, los árboles sacudidos por el viento, que se mecían desnudos, dejando una estela de zumbidos extraños en medio del camino, vivía Matilde; una mujer sencilla, humilde y, sobre todo, que tenía el valor de la honestidad como bandera.

“Iba esa noche a presenciar un acto social que se realizaba cerca de su casa, en un Centro de Mayores. Allí le llamó la atención un señor, de pelo canoso, cercano y ocurrente, que hizo que la velada fuera muy agradable.

“Matilde supo que este señor vivía en la misma aldea, que estaba solo, que tenía dos hijos; que nunca se preocupaban de él.

“En varias ocasiones lo veía en el kiosco, comprando las revistas y el periódico diario. Lo notaba triste, llegándole a preguntar: ¿Qué le pasaba… ya no eres el mismo que “ayer”?.

“Mi vida, de la noche a la mañana, se ha convertido en un columpio. Sube y baja como las mareas, se hace mecer de melancolía recordando mis viejos tiempos, le contestó él.

“Desde ese momento surgió entre ellos una conexión de sentimientos. Matilde la había dejado claro que su amistad no pasaría de ser amigos, ella estaba casada y que fiel a sus principios no podría corresponderle de otro modo.

“Una mañana se dio cuenta que Pedro no había abierto la ventana de su dormitorio, cosa que hacía diariamente para que entrara los rayos del sol. Solo se veían las gaviotas posar sobre el alféizar, como para darle los buenos días que hacían siempre.

“Pedro, tumbado en la cama, un viento gélido recorrió su pálido rostro, estaba aturdido, y en silencio susurraba el nombre de Matilde, una y otra vez, hasta que un profundo suspiro lo llevó al mundo celestial”.

Y sigo en el municipio coruñés de Oleiros, y también con otra gran pintora. En este caso con mi excelente amiga Novais, que días atrás me regalo el sabroso bizcocho que ven en la segunda fotografía, cuya difusión en “Facebook” deparó grandes elogios. Es de resaltar que varias de esas alabanzas son de consumadas reposteras y de críticos gastronómicos reconocidos. Pero, haciendo bueno el dicho “Al César, lo que es del César”, los elogios son todos para la mencionada Novais.

Finalizo por hoy. Prometo seguir publicando más crónicas de este “Estado de Alarma”. ¡¡¡Mientras el cuerpo aguante!!!. (Fotos: Lajos Spiegel)

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