Bagán (Birmania), 17 de noviembre del 2015

De Monywa y las 400.000 figuras de Buda de las Cuevas de Poe Win Taung, a la ciudad de Bagán

Por Roberto L. Moskowich

Hoy, martes, es el vigésimo segundo día de este maravilloso recorrido por Vietnam, Camboya y Birmania. Y prosiguiendo con mi intenso programa en este último país, me desplazaré desde la ciudad de Monywa hasta las impresionantes Cuevas de Poe Win Taung, para continuar después rumbo a la ciudad de Bagán, totalizando unos doscientos kilómetros a lo largo de todo el día.

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Otro nuevo madrugón

Como el programa fijado para hoy es muy intenso; y, como dije ya, con el aditamento de un largo desplazamiento, tuve que volver a madrugar, más que estos dos últimos días pero no tanto como aquellos madrugones de las tres y media de la mañana que tuve que realizar días atrás.

El de hoy podríamos considerarlo como un “madrugón relativo”, ya que me levanté a las seis y media de la mañana. Por cierto que a esa hora ya había una temperatura superior a los 30 grados y el sol entraba a tope a través de los tenues cortinajes de mi habitación.

Después de un suculento desayuno, regresé a mi cuarto para recoger todas mis pertenencias y dejar la maleta en la puerta para que la bajasen al vestíbulo, pues hoy ya no dormiré en “Win Unity Hotel” de Monywa, ya que lo haré en la ciudad de Bagán.

A las 8 en punto, en compañía de mi eficaz y siempre puntual guía, Sandar, salimos del hotel con el fin de cumplir de la mejor manera posible el muy completo programa de visitas que tenía previsto.

 

Un largo desplazamiento

Nuestro primer objetivo fueron las Cuevas de Poe Win Taung, hechas en la piedra arenisca de la montaña, que albergan nada menos que 400.000 imágenes de Buda, de todos los tamaños, colores, calidad y en posiciones muy diferentes.

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Tras atravesar el Río Chin Twin, por el largo puente del mismo nombre, nos adentramos en una extensa altiplanicie, circulando por una carretera estrecha pero de bastante buen firme, llamándome la atención no ver piedras ni rocas por parte alguna, cosa que sucede en buena parte del país.

La marcha, como de costumbre, fue más bien lenta y se vio notablemente perjudicada por la presencia de algunos de los pocos camiones de transporte que he visto durante el desplazamiento. Pero la complicación mayor fue tener que atravesar un largo y rústico puente de madera, de un solo carril, a cuyo lado estaban iniciando la construcción de uno nuevo.

 

Numerosas mujeres picando piedras

Lo que más me llamó la atención fue la gran cantidad de mujeres que trabajan en la reparación o ampliación de las carreteras, picando las piedras de cuclillas con unas rudimentarias mazas o martillos y colocándolas unas al lado de las otras para que luego una apisonadora (la única que he visto en varios kilómetros) las igualase antes de proceder al asfaltado. Mientras, otras muchas mujeres, algunas con sus niños en brazos, tratan de vender cosas muy diversas a viajeros y turistas.

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En cada tramo de arreglo o de ampliación había cientos de personas, trabajando con picos y con palas, o con sus manos, ya que apenas cuentan con maquinaria pesada para realizar estas duras tareas.

 

Los chinos y el cobre

Al rebasar uno de los muchos peajes que hay en las carreteras (como les dije en una crónica anterior no se trata de autopistas ni de autovías) divisé al fondo una gran formación montañosa, en la que según me comentó Sandar abunda el cobre.

Pero, además de mucho cobre, en esa zona viven de forma muy precaria miles de chinos indocumentados, a los que los monjes defienden, incluso con sus propias vidas, de los ataques de los agentes del Gobierno Militar, que como les comenté fue ampliamente derrotado en las recientes elecciones democráticas.

Según me informan, ahora esa enorme población china vive más tranquila, aunque siguen con las grandes carencias tradicionales. Esperan mejorar con el nuevo Gobierno, que por cierto aún no ha tomado las riendas de Birmania….

 

Una zona muy seca

A medida que nos aproximamos a las montañas se incrementa la aridez de la tierra. Es una zona bastante seca, sobre todo en comparación con la mayor parte de Birmania. A derecha e izquierda de la carretera abundan las palmeras y también el bosque, aunque sin llegar a convertirse en selva.

El último tramo de la carretera es de tierra compactada pero tan estrecho que el cruce con otros vehículos es casi un número de circo. ¡Menos mal que el tráfico era más bien escaso, y no había camiones ni autobuses!.

 

Curioso “Comité de recepción”

Después de una hora y cuarto de lento y pesado viaje, al fin llegamos al pie de la montaña en la que se encuentran las Cuevas de Poe Win Taung. Pero nada más descender del coche tuvimos la sorprendente visita de un curioso “Comité de recepción” formado por ciento y cientos de incómodos “monos sagrados”….

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Esos simios, más bien pequeños y de color grisáceo, tiene su feudo en la gran colina en que están las cuevas. Aunque no están censados oficialmente, se sabe que son varios miles y que su población aumenta día a día de forma exponencial ya que con una especie protegida por su condición “sagrada”.

Los monos son agresivos y peligrosos, sobre todo si se les toca, ya que arañan y muerden. Los miles de creyentes que visitan las cuevas les dan de comer unas semillas en una especie de pequeños cucuruchos. Son, además, unos expertos ladrones que se llevan desde un teléfono móvil a las gafas o los gorros, y no hay forma de recuperarlos. Yo quise darles un plátano, y uno de los monos más grandes saltó de forma brusca y agresiva sobre mi pecho, y me lo arrebató de un manotazo….

 

Más de 400.000 imágenes de Buda

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La montaña está prácticamente horadada por todas partes, como si fuese un gigantesco queso gruyere. Los templos y cuevas que alberga están numerados, y los más antiguos datan del Siglo XI. También abundan las estupas, y en los alrededores de las cuevas viven algunos monjes. En el interior de cuevas y templos se han contabilizado más de 400.000 figuras de Buda, de todos los tamaños y en todas las posiciones, lo que nos da una idea bastante clara de la grandiosidad del conjunto de esas cuevas talladas en la roca arenisca.

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Lo más lamentable es el estado de abandono que hay en buena parte de este impresionante conjunto. Y en muchos casos no requiere una gran inversión el acondicionamiento y preservación de estos monumentos, ya que no se trata de una zona selvática. Apenas hay árboles, y además no son muy grandes. Simplemente con unas desbrozadoras manuales se podría mejorar un 90 por ciento el entorno.

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Ante eso, se me ocurrió preguntar por qué no lo hacían y en qué invertían entonces el dinero que nos cobraban por la visita. La respuesta fue desalentadora, ya que la guía me dijo que todo el dinero recaudado lo tenían que enviar al Gobierno….

 

La Birmania profunda

Siempre que viajo, como debe hacer cualquier viajero que se precie de tal, trato de conocer la realidad popular. De ahí mis visitas a los mercados, aldeas y casas lugareñas. Por eso, después de dedicar toda la mañana a recorrer las Cuevas de Poe Win Taung, me dirigí a Pakokku con el fin de almorzar en el restaurante “Hopin”.

El comedor es lo más cutre que puedan imaginarse, y si ven los “Servicios” se desmayan. El váter es un plato en el suelo, con un agujero en el centro, como los que había hace un siglo en España. ¡Si los ven los de Sanidad, lo cierran de por vida!. Y para colmo, cuando apenas terminé el primer plato se fue la luz, cosa muy frecuente.

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Nada les digo de la calidad de platos, cuencos, servilletas, etc. Sin embargo, en honor a la verdad, la comida típica fue muy sabrosa. Sopa de pepinos, verduras, arroz, legumbres, etc., pudiendo elegir entre tres tipos de carne: cabra, cerdo o pollo.

 

Rumbo a Bagán

Tras un pequeño recorrido por el pueblo, pusimos rumbo a Bagán, ciudad que es Patrimonio de la Humanidad, atravesando un gran puente sobre el Río Grande. La carretera era aún más complicada que la de la mañana, con innumerables curvas y toboganes, pero con muy poco tráfico. Apenas nos cruzamos con algunas motos de los lugareños, unos  pocos coches, y algún autocar de mediano tamaño.

Pasadas las 4 de la tarde llegamos al “Hotel Amazing Razagyo”, una moderna instalación situada en la parte nueva de Bagán. Y tras asearme un poco y dejar el equipaje en mi habitación, salí a realizar un pequeño recorrido por las cercanías del hotel. Ya de regreso, puse en orden mis notas y fotografías y fui a cenar al restaurante del hotel con el fin de acostarme temprano, ya que tengo que levantarme a las seis de la mañana para poder cumplir un programa de visitas que me acaparará todo el día.

¡Buenas noches, Birmania!.                                         (Fotos: Lajos Spiegel)

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