Con este sugerente título nos muestra  Dolores Vega su último trabajo. Una obra completamente viva, con unas tonalidades colorísticas singulares, que seguro dejarán huella en la mente del observador y le proporcionará el profundo placer de la reflexión. Todo ello forma una bella amalgama que se traduce en una obra de gran versatilidad desprendiendo una lírica exultante, que se fragua ponderosamente a través de cada matiz, donde la naturaleza se funde entre  las diversas tonalidades; nos muestra la pintora su maestría en los paisajes, en el juego de la luz sobre los campos cuajados de flores, creando una perspectiva amplia y espaciosa, como si el espectador estuviera en el prado y nos invitara a caminar, adentrándonos entre  la magnífica flora hacia el vasto y retirado horizonte, tan atractivo en su lejanía. Hay una textura suave en estos lienzos consecuencia de una amplia gama de técnicas dominadas por un experto en sus esfuerzos artísticos. Hace un tiempo dije de ella que, ”Navegaba por el proceloso mar de la creación artística utilizando la técnica del pastel, jugando entre la imaginación y la realidad”. Me reafirmo en tal aseveración, hoy nos muestra en su devenir a través del óleo una muy cuidada exposición, muestra que camina al alimón entre el dibujo y el color, creando una obra de expresividad de alto nivel.

 

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