Ocurrió el pasado domingo en un partido de la Bundesliga. Corría el minuto 74 en el encuentro que disputaba elNuremberg con el Werder Bremen cuando Aaron Hunttropezó con el defensa local y cayó dentro del área local. El colegiado Manuel Gräfe señaló la pena máxima al entender que hubo derribo, pero el propio futbolista alemán, en un alarde de deportividad, hizo un claro gesto al colegiado de que no era penalti. El árbitro rectificó y pitó falta a favor del Nuremberg. Los jugadores del equipo rival, con una mezcla de perplejidad y asombro, felicitaron al delantero por la nobleza de su actitud.

Ya el partido prometía juego limpio desde el inicio y voluntad de ayudar al árbitro. En los primeros minutos el japonés Hiroshi Kiyotake, del Nuremberg, admitió que había sido el último en tocar el balón cuando el colegiado dudaba entre señalar saque de puerta o córner.

Alegra comprobar como en una liga de primer orden como la germana, aparezcan rasgos como este que nos reconcilian con el espíritu del deporte. Un fair play que cada vez se ve menos en los campos, incluidos los partidos que juegan todos los fines de semana los niños en los campos de la Torre, cada día más contagiados de las mañas de los profesionales.

En estos tiempos donde la picaresca se ha instalado en el futbol, el piscineo es moneda comúny la teatralizaciónson armas de gran calibre en según qué manos, que menos que alegrarse de episodios como e del pasado domingo. Comprendo que los intereses del deporte profesional se traduzcan en victorias o derrotas, también la pasión de los aficionados que quieren ver penaltis en todas las jugadas de ataque de su equipo, pero no debemos de perder la perspectiva de este juego de ¿caballeros?

Me viene a la cabeza aquel funesto suceso en estadio de Riazor cuando al entrenador argentinoBilardo lo descubrieron las cámaras de televisión gritando el célebre “Písalo, Písalo. Al enemigo ni agua”,dirigiéndose al masajista del Sevilla que saltó al campo para atender a un jugador del equipo contrario, en este caso al deportivista Albístegui.

Si el gesto es deplorable en sí mismo, es más preocupante que el cántico “Písalo, Písalo” se haya adoptado en la grada de numerosos estadios donde laafición lo corea para dirimir ese primitivo conflicto entre el “nosotros o ellos”, olvidando que lo que se disputa en el campono es nada más que un deporte.

El sábado se cumplirán veintiún años de aquella escena que retrató a al entrenador de la selección albiceleste campeona de la Copa del Mundo en México 86. Quizás la actitud de Hunt fue un hecho aislado que apenas deje huella pero yo, como aficionado, volví a sentir orgullo de este deporte tan apasionante.

pgarcia_ramos@hotmail.com

 

Artículo by Pablo García-Ramos en DXT Campeón el jueves 13 de marzo de 2014.

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