Espero, mis queridos lectores y amigos  que hayan disfrutado de un excelente domingo. El mío se lo voy a contar ahora. Aunque antes debo decirles que cuando viajo recuerdo la fecha, pero no me preocupa saber qué día de la semana es, ya que en esta labor no hay diferencia entre lectivos y festivos, salvo en algunos lugares que uno puede encontrar cerrados por ser festivo…. ¡Dura vida la de un impenitente Viajero sin Fronteras como yo!. Ayer me acosté temprano, casi como las gallinas. Y aunque antes de irme a la cama cayó un pequeño diluvio tropical, con fuerte viento y dos cortes de luz, me dormí enseguida y pasé una buena noche, sin necesidad siquiera de poner en  marcha el eficaz y silencioso ventilador de aspas. Aunque puse el despertador para las 6 de la mañana, me desperté antes debido al ruido producido por los aviones que pasaban «rozando» el techo de mi vivienda. Muy cerca del complejo hotelero «Aninga», que está en una isla frente por frente de la de Tortuguero,hay un pequeño aeropuerto en el que operan avionetas, jets privados y aviones de 20 pasajeros.  Tras asearme, ordenar y cerrar el equipaje, fui a desayunar y a dar un paseo por el precioso y cuidado entorno del Hotel. Luego me dirigí a su embarcadero privado para subir a la lancha «Pachira XV» que ríos arriba me trasladaría a La Pavona.

Es decir  hice el recorrido inverso al de la llegada. Aunque el día amaneció cubierto, hacia mucho calor. A las 8.30 el termómetro marcaba ya 28 grados, con una sensación térmica de 33 y una humedad muy elevada. Tras embarcar, subimos por La Laguna, Río Tortuguero, Río Penitencia y Río de la Suerte, hasta llegar al «embarcadero» de La Pavona, que ni tal es ya que se atraca sobre la orilla de tierra negra, embarrada y sucia , en la que hay qué hacer autenticos numeritos para no hundir los pies en el barro o no resbalar…. Una vez más, el recorrido resultó delicioso, navegando entre una exuberante vegetación y con una sensación térmica ideal. En más de una de las numerosas y muy cerradas curvas la «Pachira» tuvo casi que parar completamente para salvar las con seguridad, debido sobre todo a los grandes troncos de árboles semihundidos en el agua. Además, en algunos sitios el cauce era tan estrecho que apenas cabía la barca, debido a que el nivel de las aguas estaba unos cuatro metros más bajo de su punto máximo. Eso lo aprovechaban unos obreros para cargar sacos de arena en las amplias playas que se forman en las curvas y contracurvas.  A esa hora había bastante tráfico de embarcaciones de turistas, pescadores y gentes que viven en aldeas ribereñas. Incluso presencié peligrosos adelantamientos y «carreras» entre lanchas con potentes fueraborda. Por cierto que me llamó la atención ver una gasolinera al borde mismo del río, entre la tupida vegetación.

 

Tras más de un hora de estupenda y entretenida navegación llegamos a La Pavona, donde tomé un tentempié antes de subir al coche que me trasladó a Guapiles, para almorzar en el restaurante «El  Ceibo», después de transitar buena parte del recorrido por una irregular carretera de tierra.  Atravesamos numerosos canales y grandes granjas con vacas y algunos caballos, y enormes plantaciones de plátanos, papayas y yuca. Al llegar a Campo 2, en una zona completamente agrícola y ganadera, comienza la carretera asfaltada. Cuando llegamos se estaba disputando un animado partido de fútbol, y el pueblo cuenta con una iglesia católica dedicada a San Isidro Labrador, que como sabrán es el patrono de los agricultores.  Más adelante, en Campo 5, hay un buen mercado, un centro educacional, tiendas, varios restaurantes, Iglesia, y un gran cementerio, con capilla incluida, que presta servicios a toda la zona. Tras una hora de distraído y bastante cómodo viaje, atravesamos el pueblo de Cariari, de 11.000 habitantes, que como les conté en una crónica anterior es el último importante antes de Tortuguero, al que presta un importante apoyo logístico y bancario. Por cierto que la operadora española «Movistar» está muy presente en ciudades y pueblos, en dura pugna con «Claro» y «Tigo». Transcurrida una hora y tres cuartos desde la salida de La Pavona, y con el termómetro marcando 36 grados, llegamos a Guapiles y me fui a almorzar al restaurante «El Ceibo», que como les conté ya tiene un enorme árbol Ceibo de más de 300 años.

Alli, por vez primera desde que comencé el viaje, comi pescado. Era un pez llamado tilape, bastante rico, que acompañé con arroz. El pan untado con ajo, y un sabroso flan de coco.  Finalizada la comida, reinicié mi camino rumbo al Volcán Arenal, atravesando el Río Costa Rica y transitando por una gran llanura sobre una carretera de buen firme y de doble dirección. Dejamos atrás Roquetas, La Chaves, La Conquista, Tigre, El Naranjal y Puerto Viejo, donde giramos a la izquierda. Dos kilómetros después sobrepasamos el pueblo de Cristo Rey, y 15 más adelante el de La Virgen, una zona de suaves colinas, con continuos toboganes en la carretera. A nuestra derecha, rebasamos los pueblos de Santa Isabel y Santa Rita, atravesando la Quebrada Negra.  Continuamos luego por un altiplano, hasta llegar a Muelle, en una zona de abundantes cocoteros y muy poco tráfico, teniendo ya ante nosotros la impresionante imagen del Volcán Arenal. Antes de llegar a San Cristóbal y girar a la izquierda rumbo Oeste, vi un activo grupo de monos aulladores. Pasamos al lado del campo de fútbol de El Tanque, con su buena Iglesia, colegio y farmacia. Y otra vez, justo frente a nuestra ruta, el imponente Volcán Arenal. Dejando a la derecha grandes plantaciones de papaya, llegamos a La Fortuna, un pueblo muy turístico con  mucha vida, en el Parque Nacional del Volcán Arenal.

 

Y después de dos horas y cuarto llegué a mi hotel, el «Montaña de Fuego «, un cuatro estrellas que tiene una situación privilegiada. Se encuentra sobre una montaña que está al pie mismo del Volcán, sin ningún obstáculo que impida su vista, aunque cuando llegué las nubes tapaban su cumbre. En la subida hacía mi hotel hay varios establecimientos de aguas termales y lugares para alquilar caballos.  Mi «habitación» es una preciosa casita, moderna, amplia y con todos los servicios necesarios para vivir, incluido un buen jacuzzi. Ahora voy a cenar, antes de que cierren el estupendo restaurante del hotel. Luego enviaré mi diaria crónica viajera con sus correspondientes fotografías. Mañana seguiré con mi relato. ¡Saludos y salud!. (Fotos: Lajos Spiegel).

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