La Coruña (España), 13 de noviembre del 2018

El vigésimo quinto y último dia de mi viaje a América del Sur madrugué como de costumbre. Como quiera que mi vuelo directo a Madrid no salía de Guayaquil hasta las 12.10, me levanté temprano para realizar un paseo por el cercano Malecón y ascender hasta el Faro que está en el Cerro de Santa Ana.

Al final del Malecón entré en el famoso barrio colonial de Las Peñas, que una vez más (ya estuve dos veces) me hizo retroceder en el tiempo. En la parte central de su calle principal inicié la subida de los 444 escalones, numerados y en muy buen estado, que me llevaron a la parte superior del Cerro de Santa Ana. Pero antes, pasé por el lugar en el que nació la cerveza Pilsener, en 1882, junto al Puerto de Santa Ana.

El primer tramo de la fuerte subida me llevó hasta el popular Callejón del Galeón, tras subir 179 escalones. Desde un lateral, hay una excelente vista del Malecón, los altos edificios del nuevo Guayaquil y la gran Noria que está en el puerto, y allí me hice una foto estupenda.

Sin dar lugar a enfriarme, acometí el tramo siguiente, que me llevó hasta lo más alto, donde hay el espectacular Mirador, desde el que se divisan a la perfección los edificios más altos de Guayaquil y el Río Guayas, aunque de acuerdo con la opinión de mí guía, Abdo Mosquera, sería más apropiado llamarle Ría, ya que hasta allí llega el agua del mar (unos 8 kilómetros) tras la unión de dos ríos . Alli arriba están también los restos del Fuerte La Polvorosa, que me decepcionaron, ya que solamente quedan vestigios de sus murallas defensivas, «adobadas» con varios cañones de la época. De esa visita hice varias fotografías interesantes.

Y hablando de fotografías, según me dijo Gonzalo Soto, director de 21Noticias.com han sido numerosos y religiosos los comentarios recibidos sobre las crónicas diarias de mí viaje publicadas. Solamente hubo una persona que consideró que yo apareciese en tantas fotografías. Y esta fue mi contestación: «Yo estaba allí, pues las fotos del lugar se pueden bajar de Internet, y seguro que son mejores…. «.

Es un tema a veces recurrente, desde que estaba en «La Voz de Galicia » y en «El Ideal Gallego», y siempre contesté lo mismo que le dije a Gonzalo Soto. Varios de los 5.000 contactos que en todo el mundo tengo en Facebook me comentaron que eso era producto de la envidia. Seguro que están en lo cierto. «Ladran, luego cabalgamos….».

Antes de dejar Guayaquil, quiero dejar constancia de la profunda preocupación que hay en Ecuador por el medio ambiente, y la defensa de la flora y la fauna.

«El Universo», que es el mayor diario nacional, dedicó anteayer la mitad de la parte superior de su portada, con una gran foto de unos caimanes en el bioparque Yanacocha, ubicado en Puyo-Pastaza, que recibe animales salvajes que han sido rescatados del tráfico ilegal, denunciando que debido a su uso como mascotas han perdido su instinto de caza.

Anteayer, durante mi recorrido por el Parque Histórico de Guayaquil, vi como los loros rescatados tenían las alas cortadas, para que no escapasen de las viviendas…. Pero, lo peor es que estos loros no se reproducen, ya que estos animales si muy fieles a su pareja, y al estar separados no procedan.

Tras recoger mi equipaje, salimos para el Aeropuerto por la calle Loja, antes llamada de «La tristeza» porque allí estaban la cárcel, el Hospicio Corazón de Jesús (que según les comenté está en el Parque Histórico de Guayaquil, hoy convertido en el lujoso Hotel del Parque!, el hospital, la morgue, y para que no falatase nada, el cementerio, que aún sigue alli. Este camposanto, que es muy grande, es un monumento histórico, con bellos y artístico mausoleos de mármol de Carrara, de la época de oro del cacao, y con unos nichos altos y grandes que parecen pequeños apartamentos.
En nuestro camino, he visto como las paredes, medianeras y pilares de los puentes han sido estupendamente decorados por diversos aristas, tras un concurso público, y como los grafiteros respetan estas bellas creaciones. También es de mencionar el plan de soterramiento de los numerosos cables que afean los monumentos y la ciudad entera.

Dejando atrás la Noria gigante, divisamos una gran imagen del Sagrado corazón de Jesús, y después rebasamos el Estadio de Fútbol de la Federación y la antigua terminal del Aeropuerto (que está a sólo 5 kilómetros de la ciudad) hoy convertida en el Centro de Convenciones de Guayaquil.
Cerca del aeropuerto hay un centro budista, y los jardines de las modernas instalaciones aeroportuarias están cubiertos con plantas de cacao, café y plátanos. Y ya en interior de la terminal me despedí de Abdón Mosquera , que como dije es un guía excelente, muy servicial y de trato muy agradable.
Los trámites de facturación, fronteras y embarque fueron muy rápidos, siendo de citar por mi parte que el Aeropuerto Internacional de Guayaquil fue distinguido como el mejor de América Latina y el Caribe. Y también debo referirme al severo control de drogas, por lo que es frecuente ver por la terminal policías con perros especializados en la detección de estupefacientes.
Y antes de dejar el país, unos breves apuntes. Ecuador es un país de ritos, tradiciones y leyendas indígenas que pasan de padres a hijos. Pese a su pequeña dimensión geográfica, tiene grandes montañas, volcanes, selvas, playas, restos arqueológicos y ciudades con auténtico encanto.
De sus ciudades, destacan: Quito, urbe hermosa en la que es muy visible la huella que dejaron los españoles; Guayaquil, gran puerto y centro neurálgico del Sur; y Cuenca, que es la cabecera del Imperio Inca.
Pese a que solamente cuenta con 283.520 kilómetros cuadrados, Ecuador es uno de los países que ofrece mayor diversidad en el mundo. Además, en apenas 200 kilómetros se va de cero a 6.000 metros de altura….
De Guayaquil a Madrid volé en un Airbus A330 200/300, de Air Europa, con sus 299 plazas casi totalmente ocupadas. La mayor parte de los viajeros eran ecuatorianos, que iban a diversos lugares de España, la mayoría por razones de trabajo.
Con puntualidad española, el avión dejó el Aeropuerto Internacional de Guayaquil. Desde mi ventanilla gocé de una soberbia vista de la ciudad, así como de la unión de los dos ríos que conforman el Guayas.
Desde la costa ecuatoriana del Pacífico, sobrevolamos América del Sur, dejando el continente por Venezuela para entrar en el Océano Atlántico. La distancia entre Guayaquil y Madrid es de 9.007 kilómetros, y la duración estimada del vuelo es de 11 horas y 5 minutos, media hora menos que a la ida, debido a los vientos favorables. Alcanzamos los 11.350 metros de altura, y una velocidad de 954 kilómetros por hora.

Cuando sobrevolábamos los Andes, a la altura de Bogotá, nos sirvieron una comida-cena bastante aceptable, con un buen vino valenciano de Utiel-Requena, que tomé a la salud de mi buena amiga Pilar, «la paellera» del Hotel Santa Cristina.

Tras dejar a nuestra izquierda el Golfo de Maracaibo, nos adentramos en el Océano Atlántico. Cuando aún restaban 3.900 kilómetros para Madrid, pasamos sobre la República Dominicana, entre Ponce y San Juan. En ese momento estábamos a 11.300 metros de altura, y volábamos a 916 kilómetros por hora.

Unos cientos de kilómetros más adelante, giramos a la derecha y pusimos el «piloto automático» rumbo a España, en mar abierto y pleno Atlántico. Fue uno de los vuelos de larga duración más placenteros que recuerdo.

Faltando 900 kilómetros para Madrid, nos sirvieron un pequeño desayuno, y cuando restaban 460 kilómetros entramos en la Península Ibérica, entre Lisboa y Coimbra (Portugal).
Y con 10 minutos de adelanto sobre el horario previsto, tomamos tierra con suma suavidad en el Aeropuerto Internacional Adolfo Suárez Madrid-Barajas, en un día soleado y de temperatura agradable.

 

Y con la misma puntualidad que había salido de Guayaquil, lo hice de Madrid rumbo a La Coruña, que está a 505 km por vía aérea. El «Embraer 195», también de Air Europa, partió con todas las plazas cubiertas, y fue precioso pasar la Sierra del Guadarrama nevada, como lo fue la entrada en La Coruña a pleno sol, después de sobrevolar Ferrol, y ver desde el aire mi casa de la coruñesa Playa de Santa Cristina.

El vuelo fue excelente, y el aterrizaje en Alvedro perfecto. Por cierto, antes de partir de Guayaquil (Ecuador) recibí una notícia aeroportuaria que me encantó: el Aeropuerto de La Coruña sigue siendo el que más crece de Galicia, y lleva acumulados casi 1.100.000 pasajeros hasta octubre, y va camino de lograr uno de los mejores registros de su historia. Pero a eso, como de costumbre, le dedicaré un «fedello» especial otro día….

 


En el Aeropuerto de La Coruña me recogió mí buen amigo José Quintáns, que me trasladó a mi casa. Cuando llegué a Santa Cristina habían transcurrido casi 20 horas de viaje desde que el dia anterior salí del Hotel Palace, en Guayaquil…. y estoy usando ya el cuarto bolígrafo para tomar mis apuntes y convertirlos en crónicas viajeras.

Han sido 25 días muy intensos, algunos realmente duros y exigentes (por qué negarlo), durmiendo siempre muy poco, pero todos los esfuerzos y sacrificios valieron la pena.
Los tres países que visité, Bolivia, Colombia y Ecuador, son muy interesantes y se incorporan por derecho propio a la larga nómina de los que he tenido la inmensa fortuna de visitar a lo largo de mi dilatada existencia. Los tres, integrarán mi próximo libro.

Espero y deseo que les hayan gustado mís crónicas diarias, que son auténticas y reales como la vida misma. Y con ellas, las fotografías que las avalan.
Confío que el año próximo pueda realizar otro gran viaje, y relatarlo a mis queridos lectores y amigos. Mientras tanto, ¡¡¡ Saludos salud !!!.

(Fotos: Lajos Spiegel)

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